Cyle Larin, este jueves, en la ciudad deportiva Antonio Asensio.

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Cyle Larin está de vuelta. Veinte días después que el resto de jugadores por su participación en la Copa América (alcanzó las semifinales con Canadá, pero no marcó ningún gol), el delantero se incorporaba este jueves al trabajo de pretemporada del Real Mallorca con obligaciones en el horizonte: cautivar a Jagoba Arrasate, mejorar el rendimiento del curso pasado y justificar la fuerte inversión que realizó la dirección deportiva del club con su contratación.

El internacional canadiense, sin duda uno de los nombres del verano anterior, lleva en el ojo del huracán desde entonces. Situado en la parte alta de la lista de fichajes más caros de la historia del Mallorca, Larin no terminó de explotar tras su desembarco en Son Moix, un lugar en el que había recalado con fama de killer tras los buenos números que había redactado en apenas una vuelta del campeonato con el Real Valladolid.

La operación Larin, que unida a la de Sergi Darder, levantaron el ánimo del mallorquinismo, se estropeó rápidamente. El bajo estado de forma en el que llegó el norteamericano y sus problemas para encontrar sitio en la pizarra de Javier Aguirre le fueron restando credibilidad a su juego. Entró en una espiral de dudas de la que nunca acabó de salir del todo. Solo fue titular en una veintena de partidos de Liga y marcó 3 goles. Los mismos que Raíllo o Antonio Sánchez. Y teniendo en cuenta su precio, cercano a los ocho millones de euros, sus goles no salieron precisamente baratos.

Esta temporada Larin va a tener una nueva oportunidad. Con 29 años y contrato hasta 2028, al Mallorca no le queda otra que confiar en que el delantero de Ontario recupere esa pegada que mostró en su breve etapa como blanquivioleta y en que eleve las prestaciones del proyecto en ataque. Con más tiempo para trabajar y un entrenador nuevo al mando de las operaciones, Larin se enfrenta a un todo o nada ante el auditorio de Son Moix. Es su ocasión. Su gran reválida