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El Real Mallorca sigue sumido en un mar de dudas. Es incapaz de imponer su ritmo. De crear ocasiones. Ni siquiera de disparar a puerta. De encerrar a un rival que se presentaba en Palma con más suplentes que titulares en su once y mirando de reojo a la semifinal de la Copa del Rey. El grupo balear malgastó una ocasión de lujo para allanar la salvación -ahora tiene dos salidas consecutivas- y acumula ya cinco jornadas (tres de ellos en casa) sin alzar los brazos con solo dos puntos de los quince últimos...

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El equipo de Aguirre se ha atascado en el momento de la verdad, cuando no hay mucho resquicio para los errores. El empate deja un sabor agridulce y daños colaterales. Copete, que se autoexpulsó con una acción tan justa como absurda en el ecuador del segundo acto, Gio González e Iddrisu Baba no estarán el domingo en Zorrilla y la sensación es que llega a las curvas definitivas con más dudas que optimismo.

El empate a nada abre más interrogantes en el seno balear, que sigue sin encontrar la pócima secreta que le convirtió en uno de los animadores de la competición antes del parón por el Mundial. Aquel Mallorca ambicioso y ganador (venció en Villarreal, Mestalla, aquí al Atlético...) es ahora un equipo timorato y espeso. Dubitativo atrás y sin pólvora arriba que parece jugar a no perder más que a ganar. De momento es suficiente... pero, como diría Javier Aguirre, nadie se ha salvado con 33 puntos.