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El Real Mallorca ganó al Madrid (1-0) en uno de esos partidos memorables que pasan a la historia. Es uno de esos duelos que años después recordarás y que estarás orgulloso de haber presenciado en directo. Ambos equipos llegaban con excesivas bajas, pero cuando comprobé que la tripleta de centrales escogida por Javier Aguirre era la formada por Nastasic, Raíllo y Gio pensé que sería casi imposible conservar la portería a cero. Una vez más, me equivoqué. Y los tres centrales cumplieron sobradamente. Como todo el equipo.

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En defensa, como en tantas ocasiones, el Mallorca estuvo soberbio, sin fisuras, y exhibió solidez. Nacho, en propia puerta, inauguró el marcador de cabeza antes de que se cumpliera el primer cuarto de hora. El equipo de Aguirre se defendió con orden, derrochó intensidad y no renunció al contragolpe. El engranaje funcionó a la perfección, la tela de araña diseñada por el técnico enredó a los madridistas, que eran incapaces de crear peligro.
El segundo tiempo fue otra cosa. El Madrid, ahora sí, dispuso de alguna oportunidad, acorraló por momentos al Mallorca en su propia parcela, casi en su área, pero el marcador no se movió.

Antonio Raíllo no es santo de mi devoción. Yo soy de los que tengo memoria y he de reconocer que me cuesta olvidar. Siempre he pensado que el gran capitán se equivocó en la maldita temporada del descenso a Segunda División B y, aunque tras renovar, pidiera disculpas a la afición, recuerdo con dolor alguno de sus desplantes. Esta semana pasada explicó que consideraba que Vinicius no podía ser un ejemplo para sus hijos. El brasileño me parece tan buen futbolista como impresentable cuando no tiene el balón en los pies. Y, evidentemente, me parece un futbolista alejado de valores que deberían ser universales.