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El Mallorca de Javier Aguirre acostumbra a aburrir a los más insulsos. La calidad es un factor determinante, que acostumbra a decidir partidos y que suele definir la delgada línea que separa el éxito del fracaso. Su importancia es capital, pero hay aún un factor con mayor influencia en el devenir de una temporada. Me refiero al grupo, al buen ambiente, al buen rollo, a la amistad… Una plantilla cohesionada rinde más. Sin duda. Si reina la división entre los futbolistas, si los grupitos se han apoderado del vestuario, si hay jugadores que protestan siempre y por todo, dentro y fuera del campo, que buscan permanentemente el conflicto, el fracaso está asegurado. ¿Y este grupo? El Mallorca cuenta con una plantilla cohesionada, implicada y comprometida. Aguirre es un entrenador experimentado y seguro que sabe que conservar la actual piña es trascendental.

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Este sábado, de inicio, el Mallorca no se salió del guion habitual, pero acabó sumando un valioso triunfo (1-2) ante el Valencia CF en Mestalla. Amath, que fue el mejor en San Sebastián, fue suplente y el equipo exhibió la cobardía habitual. El equipo llegó al descanso con el resultado inicial, pero poco después de iniciarse el segundo tiempo marcó Cavani de otro penalti. Y ya son… Aguirre introdujo cambios, varió el sistema y el Mallorca no tardó en reaccionar. Nada fue igual. El equipo comenzó a rondar la portería valencianista y un más que riguroso penalti fue transformado por Vedat Muriqi para empatar el partido. Y el equipo no reculó, sino que continuó buscando el gol y defendiéndose con orden. Faltaban ya menos de diez minutos cuando Kang In Lee enmudeció Mestalla con un gran gol. Aguirre debe aprender la lección: hay que jugar con cuatro defensas y dos hombres en la punta de ataque. Todo el mundo lo sabe. Ahora solo falta llevar el plan a término desde el pitido inicial, no cuando ya no queda otra opción.