El delantero kosovar del Mallorca, Vedat Muriqi, se escapa con el balón durante el partido de la séptima jornada entre el equipo balear y el Barcelona en Son Moix, en Palma. | Cati Cladera

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El Mallorca quiere comprobar su peso después de siete partidos. Sin un solo síntoma de presión y encajonado entre la clase media del campeonato, el equipo de Javier Aguirre cerrará esta noche las cortinas de la jornada en un estadio tradicionalmente esquivo y actualmente en llamas. Al conjunto balear le espera un Elche hundido en el fondo de la clasificación. Un equipo roto que todavía no ha ganado y que le recibirá siguiendo las coordenadas de un entrenador interino. En definitiva, un partido con tantos ingredientes a favor que levanta ciertas sospechas (Martínez Valero, Movistar LaLiga, 21.00 horas).

La corriente en la que se mueve el Mallorca sigue siendo positiva. La derrota contra el Barça, presupuestada al comienzo del ejercicio, parece haber reforzado los fundamentos del cuadro bermellón, que tiene una oportunidad para demostrar dónde se encuentra. De momento, ha hecho de la armadura defensiva su principal tesoro y se ha convertido en un equipo tan incómodo como escurridizo para los rivales que se entrometen en su camino.

Este lunes el Mallorca se enfrenta a un Elche en transición y a una serie de viejos fantasmas del pasado, algunos de ellos muy recientes. Para empezar, no ha ganado nunca en el Martínez Valero, un estadio que en el último lustro ha visitado en tres categorías diferentes y en el que, curiosamente, ha celebrado la mayor conquista de toda su historia. Además, ha desarrollado una extraña capacidad para enredarse frente a equipos en apuros, sobre todo cuando son colistas.

Eso ha provocado que la plantilla y el cuerpo técnico hayan agudizado en cierto modo los sentidos. O que el propio Aguirre hablara de «partido trampa» antes de subirse al avión que trasladaba este domingo al equipo a Alicante. Nadie quiere fiarse. Ni del aparente buen momento del Mallorca ni de la supuesta crisis de los ilicitanos.

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El Mallorca ha perdido a una de sus columnas en el trayecto de una semana a otra. Jaume Costa, que hasta el partido del Barça no se había perdido un solo minuto de la temporada, tuvo que largarse al vestuario sobre la marcha por una pequeña rotura muscular que lo mantendrá fuera del tapete, muy probablemente, lo que queda de mes. El hecho de que a partir del próximo fin de semana se amontonen las jornadas irá en contra del lateral valenciano y del equipo, que se quedará sin un tipo que ha sido clave en los dos campos.

El puesto de Jaume Costa lo ocupará Braian Cufré, que la semana pasada volvió a vestir la camiseta del Mallorca en partido oficial y, por primera vez, en Primera División. No solo cumplió, sino que su entrenador lo ve preparado para realizar esa tarea de carrilero en la que deberá volcarse los cuatro próximos partidos. Aguirre, que también ha dejado caer que Copete seguirá siendo quien acompañe a Raíllo y Valjent en el muro central, no ofrece en cambio una sola pista acerca de la configuración del centro del campo. Aunque viendo lo bien que funcionó su última apuesta (Baba-Galarreta-Antonio Sánchez), lo más lógico es que se decida a fotocopiarla.

El Elche es, desde la distancia y con los datos en la mano, el enemigo más apetecible de toda la Primera División. La caída que sufrió hace justo una semana en Vallecas le causó graves daños en la línea de flotación, además de forzar el desalojo de Francisco Rodríguez del banquillo. De todos modos, no deja de ser un rival peligroso y herido que seguramente intentará aprovechar el terremoto de estos días para incorporarse, aunque sea de manera parcial.

Dirigido por el técnico del filial, Alberto Gallego, de forma provisional, el cuadro ilicitano necesita extraerse cuanto antes el aguijón de ser el único que todavía no ha ganado. Un problema similar al que sufría la temporada anterior el Levante, con el curso más avanzado, y que acabó arreglando a costa del Mallorca. El aviso está sobre la mesa...