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Una genialidad de Lewandowski decidió la victoria (0-1) del Barcelona ante el Real Mallorca en Son Moix. Javier Aguirre ha dotado de carácter al equipo. Su juego es sólido y rocoso, pero necesita dar más protagonismo al esférico en ataque. Ayer, el equipo catalán, como estaba previsto, dominó territorialmente, acaparó la posesión, pero creó muy poco juego, casi nada. El Barça es un equipazo, dispone de futbolistas excepcionales, pero ayer se movieron entre la mediocridad y el pasotismo.

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Aguirre tiene un plan de partido y el resultado lo varía entre poco y nada. El Barcelona tenía el control, sus futbolistas se pasaban el esférico sin dificultades en el centro del campo, pero no encontraban la manera de superar el entramado defensivo del equipo cuando se acercaban al área. El guión del partido no varió con el paso de los minutos y el Mallorca, aunque siempre al contragolpe, puso en serias dificultades al rival. El resultado es malo, pero futbolistas y afición salieron ayer del estadio convencidos de que el equipo compite siempre, por difícil y complicado que sea el rival. Además, la solidez defensiva es siempre la primera y más importante virtud para alcanzar el gran objetivo de la permanencia. Hoy, pese a la derrota, está mucho más cerca.

Por cierto, el FC Barcelona activó las ya famosas palancas para poder así confeccionar un equipo competitivo. Se trata, en definitiva, de vender activos de futuro para incrementar el límite salarial. La única duda es saber si suponen pan para hoy y hambre para mañana. No me gustó la actitud de la afición del Real Mallorca pitando a Gerard Piqué cada vez que tocaba el esférico durante demasiados minutos. En cambio, me encantó escuchar las palabras de Mateu Alemany, que dejó claro en los prolegómenos del partido que el Mallorca es «mi casa, mi familia, mi tierra, mi club».