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El Real Mallorca solo pudo empatar (1-1) en Son Moix ante el Girona en un mal partido. Un punto es poco, pero menos es nada. El equipo tiene numerosas carencias y ayer quedaron de nuevo al descubierto, aunque también se pudieron ver algunas de las virtudes del equipo. De hecho, el equipo demostró su solidez defensiva y solo encajó, como desde que se iniciara la Liga, de penalti. El resultado es casi siempre el juez sentenciador, sin apelación posible. Javier Aguirre había recordado en la rueda de prensa anterior al partido que jugar bien y no ganar es siempre un mal negocio. El mexicano nada dijo del camino más corto hacia la victoria, que siempre es el buen juego. En todo caso, también es cierto que ser un equipo rocoso, difícil de superar, es el mejor de los síntomas.   

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El Girona superó al conjunto mallorquinista durante muchos minutos del primer tiempo. El Mallorca anduvo perdido en el centro del campo, ya que el equipo necesita un organizador, un distribuidor. No tiene brújula. Y la dirección deportiva, con la anuencia del técnico, decidió no incorporar a un futbolista para reforzar el centro del campo. El equipo, además, necesita que Kang In Lee, desaparecido en el primer acto, contacte con el esférico.

Este Real Mallorca mejoró durante el segundo tiempo. El dominio del esférico fue de los hombres de Aguirre, mientras que el Girona, por momentos, se limitaba a defender el resultado inicial. Aguirre buscó soluciones, pasó a jugar con dos atacantes, Kang In Lee resucitó y el partido se agitó cuando el resultado inicial parecía una sentencia definitiva. Raíllo, a la salida de un córner, controló el esférico con el pecho e inauguró el marcador. El Girona no se dio por vencido y un penalti de Copete sobre Manu Vallejo fue aprovechado por Samu Saiz cuando se cumplía el tiempo reglamentario