El extremo japonés del Mallorca Takefusa Kubo disputa el balón ante el defensa Andoni Gorosabel y el centrocampista Ander Guevara. | CATI CLADERA

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El Mallorca parece empeñado en seguir jugando con fuego. El grupo balear tiró a la basura una gran oportunidad para escapar del fango y meter una distancia notable con respecto al descenso. La Real Sociedad recurrió a la magia de Silva y Merino, que repartieron las cartas como quisieron mientras Sevilla y Antonio Sánchez caían en el engaño una y otra vez, para hurgar en la herida abierta de nuevo en el vestuario. En un partido en el que podía dejar casi sentenciada media salvación, la hinchada abandonó Son Moix empapada y con la sensación de no haber visto nada. Porque el Mallorca jamás se vio con opciones y fue incapaz de crear una ocasión, ni siquiera una, de peligro. Fue mucho peor la imagen que el resultado.

El Mallorca recordó de nuevo a aquel equipo timorato y sin confianza de las jornadas precedentes. Es curioso la dinámica de un grupo que presenta demasiados dientes de sierra en este tramo de campeonato. Después de enganchar cuatro derrotas seguidas y encadenar dos alegrías en casa, el Mallorca vuelve a atascarse en el pozo con tres caídas consecutivas, dos de ellas en casa.   

Perder ante la Real entra dentro de lo posible. Pero no de esa forma. Dejándose llevar desde el primer minuto, entregando balón y campo a un equipo con un talento descomunal en la sala de máquinas y sin oponer ninguna resistencia. El Mallorca vuelve a dar un paso atrás.