Los jugadores del Mallorca rodean al árbitro tras un lance del juego. | Miquel Àngel Llabrés

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Un planteamiento cicatero de Bordalás y un arbitraje mezquino de Figueroa Vázquez desquiciaron a un Mallorca que volvió a doblar la rodilla y vio frenada su ascensión hacia la tranquilidad. El grupo de Luis García Plaza perseguía su tercer triunfo seguido en casa para distanciarse del fango y acabó metido de lleno en la trampa del entrenador del Valencia -que exprimió al máximo el golazo de Paulista a los tres minutos- y de los nervios por el colegiado.

El fútbol primitivo que propuso el técnico alicantino y las incomprensibles decisiones del árbitro convirtieron el encuentro en una tortura. También es cierto que el Mallorca volvió a salir con la caraja aunque se fue entonando para acabar con 23 remates, 14 córners a favor y un 67% de posesión... Del Valencia no hubo noticias al margen del disparo a la escuadra de su central, que también se exhibió en la línea de fondo apagando todos los fuegos.

La voz entrecortada de LGP -que fue expulsado por lanzar una botella de agua al suelo y pedir una tarjeta (que era roja) para un contrario- en la sala de prensa resume el estado de frustración del mallorquinismo y de un equipo que el miércoles tendrá otra oportunidad para escaparse del fango. Suerte que en el banquillo de la Real Sociedad se sentará Imanol, un tipo normal y humilde, la antítesis de Bordalás... tan soberbio como maleducado.