Los jugadores del Mallorca hacen una piña sobre el terreno de juego antes del último partido en Son Moix contra el Mirandés. | Miquel Àngel Borràs

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Treinta y ocho partidos después, el Mallorca está dónde soñaba. En una posición de privilegio, frente al encuentro más importante de la temporada y con las gradas de su estadio parcialmente abiertas tras un año dos meses y quince días en silencio. El empate del Almería contra el Albacete le impide certificar este domingo el ascenso, pero si mete otros tres puntos en la hucha será cuestión de días que acabe cruzando la meta con los brazos en alto y los ojos encharcados. El momento ha llegado. Hoy el cava seguirá en la nevera, pero ganarle al Alcorcón supondría meter más de medio cuerpo en la Primera División (Son Moix, Movistar LaLiga, 20.45 horas).

Números aparte, el partido llega entre un manojo de estímulos y presentado bajo el mejor envoltorio posible. Los 4.086 espectadores que se repartirán por las gradas del estadio —todos abonados del club que consiguieron ayer la entrada a través de un sorteo ante notario— le permitirán volver a latir y le darán al duelo un aroma diferente justo cuando el Mallorca más lo necesita. Desde el 1 de marzo de 2020, cuando todavía formaba parte de la elite futbolística, ha tenido que jugar sin apoyos, con las gradas vacías y sonido enlatado. Una sensación de vacío que hoy, coincidiendo con una fase del curso en la que todo cuenta, dejará a un lado.

El Mallorca confía más que nunca en el factor Son Moix. Sobre la alfombra de su estadio ha vuelto a sostener la candidatura al ascenso cuando la carretera más se estrechaba y ahora tiene en su mano la posibilidad de rubricar la mejor serie de resultados del curso en ese sentido. Desde que le superó el Espanyol en pleno San Valentín (1-2), su única concesión en Palma ha sido un empate sin goles contra el Oviedo. Este domingo puede hilvanar su cuarta victoria seguida en casa. La quinta en los últimos seis partidos.

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Luis García Plaza ha conseguido llegar a la zona roja de la temporada tras desalojar la enfermería. A excepción de Joan Sastre —castigado por acumulación de amonestaciones después de la cartulina amarilla que vio en La Rosaleda— y de otra pequeña duda sin aclarar, todo el vestuario estará al servicio del madrileño, que va a ganar profundidad, sobre todo, en el centro del campo. Vuelve Dani Rodríguez tras pasarse el partido del Málaga en la nevera por sanción y de su mano regresan también Iñigo Ruiz de Galarreta, inactivo por lesión en las dos últimas jornadas, y Baba, mejor físicamente de lo que estaba la semana pasada. Con esos ingredientes y salvo que planee alguna variante para contener al Alcorcón, el técnico madrileño podrá trasladar al césped a su once más característico con la única entrada de Fran Gámez en el carril derecho de la defensa. Sin descartar tampoco que dos de sus mejores hombres en Málaga, Sedlar y Lago Junior, tengan algo de continuidad.

Como en el último partido que se jugó con público, el Mallorca tendrá delante a un oponente del sur de Madrid. Si aquella vez fue el Getafe ahora le toca el Alcorcón, un clásico de la categoría en la última década que ha regresado a sus orígenes con Juan Antonio Anquela en el banquillo. El conjunto alfarero, metido en arenas movedizas durante toda la temporada, tiene en su mano la llave de la permanencia y circula en dirección ascendente. Ha sumado 10 de los últimos 15 puntos en juego —ha sido el segundo mejor, tras el Girona, en esa franja del calendario—, pero tiene por delante una agenda llena de espina —el miércoles recibe al Sabadell en un duelo directo por la supervivencia— y lleva ya muchas semanas con la calculadora en marcha.

Anquela sigue sin poder contar con Carlos Bellvis en el lateral izquierdo de la defensa y su mayor interrogante se encuentra en el frente de ataque, donde podría apostar por jugar con dos puntas (Xisco Jiménez y Marc Gual) o hacerlo con un enganche (Juanma Bravo) y una única referencia.