El técnico del Mallorca se arrodilla en el campo tras los cuatro minutos de añadido al final del partido. | Carlos Gil Roig

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En el peor momento, cuando la gloria aguarda a la vuelta de la esquina, el motor del Mallorca se ha gripado. El grupo de Luis García Plaza está perdiendo altura a medida que visita enemigos -un punto de los quince últimos a domicilio- y va tirando a la basura una oportunidad tras otra para dejar casi sentenciado el ascenso directo. Sucedió en Castalia y este lunes en la Nova Creu Alta, donde el conjunto balear pagó con la derrota un error defensivo -el rival remató de chilena en área pequeña- y su precipitación en ataque.

La ventaja sigue siendo notable (6 puntos más el golaverage) pero el Mallorca está jugando con fuego y corre el riesgo de que el Almería despierte con el cambio de entrenador (José Gomes está en el alambre) y que el colchón de puntos comience a desinflarse. Lo peor es que las huestes de LGP, por su inoperancia a domicilio en los dos últimos meses, le está dando vida a un conjunto andaluz que también está haciendo más deméritos que méritos para subir.

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El Mallorca arranca los partidos con llegadas y peligro, pero al primer bofetón que recibe ya es incapaz de levantarse y entra en un bloque mental. De hecho, acumula más de dos años sin remontar un encuentro y, lo peor, es que da la sensación de que podía estar toda la noche con el balón y atacando (que no es lo mismo que crear peligro) y no hubiera sido capaz de marcar un gol. Amath ha perdido chispa, Álvaro no aporta nada, Abdón tampoco está en su mejor momento y Víctor Mollejo de momento ha ofrecido menos de lo que se esperaba.

La imagen de Plaza arrodillado en tierra después de ser expulsado por protestar los cuatro minutos de añadido refleja el estado de catarsis instalado en un Mallorca que haría bien en abrochar el ascenso lo antes posible. Son muchas oportunidades perdidas...