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Con la Liga a punto de acceder a la zona Aragonés (los últimos diez episodios del campeonato) y la bolsa de la permanencia fluctuando partido a partido, el Mallorca se aclaró al fin la voz en Ipurua. Dice Moreno que la victoria sobre el Eibar no es un mensaje para nadie porque el equipo permanece bajo tierra, pero seguro que ha generado cierta inquietud entre sus compañeros de cápsula. Si la escuadra balear mantiene el sentido de la marcha en casa y corrige unos grados el rumbo que toma al salir de ella, queda espacio para soñar. Eso sí, la continuidad en todas las direcciones es innegociable. Tanto en la entrega, donde es cierto que la plantilla nunca ha flaqueado, como en el propio fútbol y en los resultados.

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Si la derrota contra el Getafe apagó de golpe todas las luces que habían encendido los partidos del Alavés y el Betis, la conquista de Eibar puede fijar un punto de inflexión en una travesía marcada en todo momento por el intenso oleaje. Ha acabado con el estigma perdedor que le caracterizaba durante sus incursiones en campo enemigo y se ha sacado un montón de piedras de la mochila. El problema es que aún tiene por delante, entre otras cosas, cinco desplazamientos que en el mapa del torneo son transoceánicos: Villarreal, Madrid, Athletic, Atlético y Sevilla. Casi nada. Todos habitan en la mitad superior, tienen Europa en la mente y solo uno de ellos ha perdido más de dos veces como local.

El Mallorca ha encontrado a tiempo una fórmula que le funciona en ataque y en Ipurua, con la tripa llena gracias a su primera ventaja, supo activar los mecanismos para que no se le fuera por el sumidero al momento. Unas correcciones que, unidas a la dureza mental del grupo, pueden acabar salvándole la vida.