Los jugadores del Real Mallorca celebran el gol de Lago Junior en la victoria ante el Real Madrid en Son Moix. | JAVIER BARBANCHO

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Coincidiendo con las semanas más soleadas del curso, Lago Junior y Salva Sevilla han añadido un apéndice a su historia como futbolistas del Mallorca. Claves en los últimos ascensos que ha encadenado el equipo, fundamentales en los planes de Vicente Moreno y decisivos en las recientes victorias contra el Espanyol y el Real Madrid, el marfileño y almeriense coleccionan goles de todos los colores. Especialmente después de estrenar sus estadísticas anotadoras en la máxima categoría, un paso al frente que les permite presumir de haber marcado vistiendo de rojo en Primera, Segunda y Segunda División B.

Puede que tanto Lago como Salva Sevilla sean los mejores representantes de la bestial escalada que ha protagonizado el Mallorca en dos años frenéticos y de ensueño. Por el papel que interpretan dentro del vestuario, por su aportación futbolística y por los cables que les unen a la grada. Un servicio al club que la afición ha tasado al alza y que ha hallado su recompensa en uno de los escaparates más lujosos del mundo. De los once integrantes de la plantilla que ya formaban parte del grupo que escapó de las galerías de la Segunda B, ellos han sido los primeros en dejar en dejar su pisada en forma de gol sobre las actas de las tres categorías principales. Un lujo del que ya disfrutaron en su momento otros históricos como Julià Mir, Joan Forteza o, más recientemente, Juan Luis Riado.

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Lago vive subido a una nube desde el fin de semana. El baile con el que desbordó al madridista Álvaro Odriozola y el latigazo con el que superó a Courtois han ocupado portadas y muchos minutos en los informativos. Por muchas razones, fue un gol cargado de simbolismo. Un tanto que servía para tumbar al Madrid muchos años después, pero también para darle lustre a las cifras del africano y un empujón a su juego, en el punto de mira durante varias jornadas. Una diana que celebró con un caluroso abrazo con Vicente Moreno, la gran columna sobre la que reposa su fútbol, y con el que alcanzaba otra cifra redonda. En 143 encuentros como futbolista bermellón ha agujereado la portería rival en una treintena de ocasiones: 20 en Segunda División, 9 entre la fase regular de Segunda B y el playoff y otra en Primera.

Salva Sevilla es otro de los rostros destacados del renacimiento rojinegro. Alistado al proyecto justo cuando arrancaba la travesía de bronce, el andaluz ha sido desde entonces uno de los motores más fiables del Mallorca, al que llegó tras salir, precisamente, por una de las puertas traseras de la Primera División. Desde que va de rojo le ha dado igual el escalón en el que se aloje el equipo y ha permanecido en todo momento junto al centro de mando. En su caso, además, las huellas goleadoras son muy fáciles de rastrear. Convirtió en oro el primer balón que tocó como jugador del club en un torneo liguero -un excelso lanzamiento de falta contra el Atlético Saguntino- y desde ese momento le ha puesto su sello a otros ocho tantos: cuatro en Segunda B, cuatro entre Segunda y el playoff y el que anuló hace unas semanas al Espanyol. Ya tiene goles de oro, plata y bronce. Un camino que también esperan seguir Fran Gámez, Antonio Raíllo, Abdón Prats y Aridai.