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Apenas quedaban unos minutos para las once de la noche cuando cerca de 20.000 almas ‘botaban’ en Son Moix. Los aficionados mallorquinistas se miraban entre sí con los ojos inyectados en ilusión y el rictus iluminado por la euforia. Los madridistas -bastantes, aunque se les escuchara poco- agachaban la cabeza tras ver cómo su equipo había completado una función vergonzosa. El líder. El Real Madrid. El equipo más laureado del mundo había doblado la rodilla en un escenario que pisó con soberbia y abandonó con la cara baja y sin el liderato. Los ‘Morenitos’, ese grupo que se paseaba por los campos de Segunda B mientras su rival alzaba Copas de Europa, habían obrado un milagro en el que casi nadie creía. El Mallorqueta de los 29 millones de euros como límite salarial recibía al gran Madrid, a ese transatlántico financiero con 641 millones como tope salarial.

Del once titular que diseñó Moreno, debutante en este tipo de encuentros, solo Reina y Salva Sevilla se habían cruzado contra el Real Madrid. El resto debutaba en un partido ante el trece veces campeón de Europa. La orquesta de Moreno sonó como nunca. Nadie desafinó. Todos tocaron al compás para encadenar su segunda alegría consecutiva, salir del descenso y inyectarse en vena el mayor chute de optimismo y confianza que se recuerdan.

En un año y medio, dos mundos separaban a Mallorca y Real Madrid. El 26 de mayo de 2018, el equipo blanco conquistaba su decimotercera Copa de Europa mientras la escuadra balear pasaba la víspera del duelo de vuelta ante el Mirandés con el ascenso a Segunda A en juego. Los madridistas derrotaron al Liverpool en la final de Kiev (3-1). Cinco de los jugadores que aquella noche alineó Zidane para tocar la gloria, casi la mitad del once inicial, estaban el sábado en Son Moix: Ramos, Marcelo, Casemiro, Isco y Benzema. Curiosamente, también cinco jugadores del Mallorca que ascendieron de Segunda B al día siguiente de aquella final de Champions, el 27 de mayo, figuraban anteayer en la pizarra de Moreno: Reina, Sastre, Raíllo, Sevilla y Lago. Los 5 que subieron desde la Segunda B ante el Mirandés pudieron con los 5 de Kiev... Fútbol es fútbol.

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El Mallorca ganó el partido desde la caseta. Moreno redactó un guión sin complejos ni titubeos. Sin modificar las señas de identidad que le han aupado hasta la cima del éxito. Con su equipo de siempre. Con un once titular en el que todos sus integrantes jugaban en Segunda el año pasado y con Febas como única cara nueva. Obviando los cinco primeros minutos, cuando el Madrid miró a los ojos de Reina, la noche fue de color rojo. Desde el primero al último. Desde el portero de Villanueva del Trabuco hasta Budimir, que se peleó con Ramos y desquició a Militao, un tipo por el que dicen que pagaron más de 50 millones de euros... Otra broma.


Lago Junior escogió el mejor día para inaugurar su casillero de goles en Primera División. El marfileño se fabricó un gol marca de la casa: conducir y sacar a paseo la diestra para lanzar el balón con efecto y pegado al palo. Diez años después de su llegada a España, el marfileño se estrenaba como goleador en la élite y ante el Madrid. Su abrazo con Vicente Moreno estuvo cargado de simbolismo. El descenso a Segunda B casi finiquitaba su etapa como bermellón. Lago había aceptado la propuesta del Mallorca para volver a Primera... y el equipo se había caído al foso. La llegada de Vicente Moreno frenó su marcha.

Al margen de Lago, el otro nombre de la noche fue Fran Gámez. Hace menos de un lustro desfilaba por la Tercera valenciana y el sábado acaparó todos los elogios por secar a Vinicius. Moreno se dio cuenta del descosido que estaba provocando el brasileño por la banda de Sastre y encontró la solución cambiando a los laterales. Chapeau. Hubo más protagonistas en una noche para recordar. Como Salva, Baba, Raíllo, Valjent o incluso Trajkovski, al que aplaudió a rabiar el propio Moreno cuando bajó a defender hasta el banderín de córner... Ya es un ‘Morenito’ más.