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Con Take Kubo en el banquillo y Dani Rodríguez sobre el verde, el Mallorca confirmó la fe de su entrenador con la gente que ha alcanzado la cima. Con diez ‘morenitos’ y Aleix Febas como artista invitado, la escuadra balear se apropió de un partido estratégico y con un enorme valor terapéutico (2-0). Nadie pierde la categoría en octubre, pero ningún equipo del mundo es inmune al peso de las derrotas.

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Ante su primera situación límite, el Mallorca respondió con su vigor habitual, pero esta vez añadió acierto y un trabajo defensivo prácticamente impecable. La vuelta de Antonio Raíllo al eje de la zaga corroboró la trascendencia que ha adquirido el futbolista andaluz en su equipo. Ya no se trata de su eficacia, sino de la jerarquía que ha alcanzado y el liderazgo que ejerce.

El Espanyol no exigió demasiado, pero la cocción del partido fue lenta. Durante algo más de media hora, apenas sucedió algo, aunque el premio fue para el que decidió empujar más. Ante Budimir —literalmente— remató con el estómago un servicio de Joan Sastre. Y en esa acción se decidió casi todo. El Espanyol tenía por delante toda la segunda parte, pero su plan siguió siendo el mismo. Justo cuando elevó algo la mirada, un error en defensa le dejó en la cuneta y a su entrenador —David Gallego— en el patíbulo...