Salva Sevilla y Álex Alegría, a punto de sacar desde el centro del campo tras el tanto de la Real Sociedad, anotado por Odegaard a solo siete minutos para el final del partido. Tras su buen debut, el conjunto bermellón sufrís su primera caída. | Miquel Àngel Llabrés

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Un veinteañero noruego y sin apenas recorrido en la Liga acabó con el embrujo de Son Moix. Martin Odegaard, aquel niño que fichó en su día el Madrid que hoy madura en los campos de Zubieta, se convirtió en el primer verdugo del Mallorca después de ponerle su firma a un contragolpe perfecto.

Una combinación milimétrica que lanzó Miquel Àngel Moyà, que barnizó Portu y que amarró el centrocampista escandinavo superando la salida de Reina con un toque de calidad que suponía el primer tanto de su carrera en el campeonato. También el primer bofetón que reciben los baleares en el salón de su casa tras casi nueve meses. Con las manos atadas y sin un solo trazo de esa puntería que le caracteriza últimamente en su estadio, el bloque de Vicente Moreno comprobó la dureza del nuevo contexto en el que habita (0-1).

El Mallorca volvió a presentarse con los colmillos afilados y en menos de un minuto ya había moldeado su mejor oportunidad para marcar el terreno. Un centro de Lumor, que asfaltó sobre su carril una autovía de doble sentido, encontró en el área a Lago Junior, que se elevó a la espalda de dos defensores pero que cabeceó el balón demasiado flojo como para despeinar a Moyà.

La Real Sociedad contuvo bien la ira inicial del Mallorca, pero le costó encontrar un hilo del que tirar para edificar su propuesta. En cualquier caso, una vez que lo halló cargó con casi todas las acciones de peligro. Valjent se anticipó a Willian José y a una defectuosa salida de Reina para evitar la primera ofensiva seria de los realistas (minuto 22), que a la media hora volvieron a rodear con muy malas intenciones la portería balear. Aprovechando la ligereza en defensa de Lumor, Martin Odegaard encontró un hueco desde el que inocular el veneno, aunque su centro no superó el primer anillo de seguridad.

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El Mallorca, que más allá de cojear por el carril zurdo se mostraba civilizado a la hora de protegerse el rostro, lo fiaba todo a su arte para contragolpear. Una virtud que estuvo a punto de abrirle las puertas del cielo a los 39 minutos, pero que acabó con Lago metido en un atasco que le impidió ver la progresión de Budimir cuando avanzaba por el perfil derecho.

Ese acercamiento enrabietó a la Real Sociedad, que acabó la primera mitad por la nubes. Solo un minuto después del aviso de Lago, Oyarzabal remataba alto un centro de Januzaj desde la derecha y el propio jugador guipuzcoano, ya en el tiempo añadido, estampaba la pelota contra el palo para silenciar las gradas de Son Moix. El descanso era un oasis para el Mallorca, que se largaba a los vestuarios con la lengua fuera.

Con el segundo tiempo tampoco mejoró el paisaje para los de Moreno, que reculaban y encontraban cada vez menos opciones para responder. Febas, el primero en intentarlo tras el descanso, fue también el primero en irse al banquillo. Le cedió su asiento a Trajkovski, pero a diferencia de otras tardes los cambios apenas variaron el aspecto de un Mallorca que solo funcionaba a arreones.

Con media hora por delante Imanol Alguacil dejó al descubierto sus intenciones poniendo sobre el tablero a Isak y Portu, claves al final para inclinar la balanza. En la otra acera, el Mallorca estuvo a punto de cambiar el destino sin demasiada convicción. Primero con un tiro flojo y mal encaminado de Sastre y luego con un centro-chut de Lumor que tocó el palo a trece minutos para el cierre.

En plena recta de meta y cuando el empate ya parecía un buen resultado, un saque de esquina a favor, una contra diabólicamente diseñada y la calidad de Odegaard lo cambiaron y lo arruinaron todo.