Los jugadores del Real Mallorca Carlos Domínguez y Pepe Gálvez celebran el ascenso a Primera División, tras el encuentro de vuelta de la promoción disputado frente al Rayo Vallecano. | ALBERTO MARTIN. EFE

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El 29 de junio de 1997 está grabado a fuego en la historia del Real Mallorca. Aquella noche, la zurda de Stankovic y la bota de Carlitos prendieron la mecha a la mejor época en los 103 años de existencia del club balear. El ascenso en Vallecas, justo donde el año antes se había estrellado, desembocó en una década dorada regada con títulos (Supercopa, Copa del Rey), con subcampeonatos (Recopa de Europa) y con una presencia en la mejor pasarela del Planeta Fútbol: la Champions League. Pero antes de esos días de gloria, el grupo balear transitó por una temporada plagada de sobresaltos.

En el verano de 1995, el Grupo Zeta adquirió el paquete accionarial que poseía Miquel Dalmau. Con Bartolomé Beltrán a la cabeza, el Mallorca pasó de deambular por la Segunda División y marcarse el ascenso a Primera como única meta. La ilusión del doctor de Campanet despertó a una afición aletargada. Los abonados y el equipo crecieron como la espuma. El primer intento de ascenso se quebró en Vallecas.

Pero la vida continuó y el cuerpo técnico, encabezado por Víctor Muñoz, realizó una profunda remodelación de la plantilla. El internacional rumano Constantin Galca se convirtió en el fichaje estelar del Mallorca, donde también recalaron Carreras, Monchu -reemplazado posteriormente por Gálvez-, Obiku, Duah, Ernesto Valverde, López Rekarte, José Manuel y el sevillano Carlos Domínguez, éste último en el segundo plazo de fichajes.

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El Mallorca arrancó el curso con dudas al caer ante el Badajoz en la segunda jornada. También dobló la rodilla en Almería y Mérida, aunque poco a poco fue adquiriendo cuerpo.

En la jornada 32, con el equipo liderando la clasificación, un empate (1-1) del Ourense en el Lluís Sitjar provocó una decisión con escasos precedentes en el mundo del fútbol. Bartolomé Beltrán destituyó a Víctor Muñoz y nombra a Tomeu Llompart y a Pep Bonet como sus sustitutos. El equipo no culmina el ascenso directo -una dramática derrota en Salamanca altera el destino- y se tiene que conformar con la promoción en la que, caprichos del destino, deberá volver a enfrentarse al Rayo Vallecano.

El 25 de junio de 1997 se disputa el partido de ida. Miles de gargantas alientan al once bermellón en busca del regreso a Primera tras un lustro en Segunda. El Mallorca sale con ganas y a los veinte minutos un córner botado por Stankovic acaba en gol tras un cabezazo de Barbero.

Días después, entre impresionantes medidas de seguridad -incluidos los medios de comunicación-, acude a Vallecas. Klimowicz, al que quiso fichar Beltrán, iguala la eliminatoria. Pero a la hora de encuentro, Carlitos enseña el camino del éxito. Cortijo marca el 2-1, pero el Mallorca resiste para lograr el ascenso y iniciar su época dorada...