Los jugadores del Real Mallorca celebran el segundo gol ante el Albacete, obra de Dani Rodríguez, en el partido de ida de las semifinales por el ascenso a Primera División. | Pere Bota

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El Real Mallorca necesita una noche mágica. Una de esas funciones bañadas por la épica que permanecen grabadas para siempre en la memoria colectiva y en las que la grada acaba formando parte del césped. Once meses después, el equipo de Vicente Moreno llega al final del camino y si quiere ponerle el lazo del ascenso a una temporada brillante ya no existe otra vía. Golpeado con dureza en Riazor, donde perdió efectivos y acumuló una deuda de dos goles, el cuadro balear tiene noventa -o ciento veinte- minutos para dejarse el alma y vaciarse los bolsillos, porque una vez que se detenga el balón ya no volverá a rodar hasta la temporada que viene. Solo queda una bala. Y la plantilla está convencida de que sabrá aprovecharla (Son Moix, Movistar Partidazo, 21.00 horas).

Llega magullado el Mallorca a la estación final, pero está entero, no ha perdido el conocimiento y desde el vestuario siguen emitiendo señales para la esperanza. El tablón al que se agarra el conjunto insular una vez que ha escampado el temporal de Riazor son las murallas de Son Moix, tras las que se esconde habitualmente su versión más letal y efectiva. Esta vez precisará además de una actitud heroica para invertir lo que sucedió en la primera batalla de esta guerra y atravesar, seis años después, las puertas del cielo.

En Son Moix se encuentra el salvoconducto hacia la gloria para un Real Mallorca acostumbrado a crecer varias tallas cuando actúa en el salón de su casa. En ella ha fabricado la mayor parte de los puntos -49 de 69- con los que se ha alimentado durante la travesía y junto a su chimenea sentenció de muerte a un Albacete que llegaba al playoff tras ser el único equipo de la liga que le había dejado en blanco en sus dos compromisos de la fase regular.

Por eso la llama del ascenso sigue encendida entre las paredes de la caseta. Con una reedición de ese reciente duelo frente al conjunto manchego, sin ir más lejos, forzaría la verja de la prórroga. Una parcela perfectamente delimitada en la que partiría con ventaja gracias a su mejor clasificación con respecto al Deportivo.

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En el Mallorca la única baja confirmada es la de Marc Pedraza, sancionado con dos encuentros por parte del Comité de Competición después de su expulsión por la desagradable acción que protagonizó con Álex Bergantiños. Más allá de ese castigo, tampoco tenía garantizada su presencia en el once el centrocampista catalán, que como consecuencia de la jugada también se marchó del campo con problemas en una rodilla.

Lo que sí forzará la ausencia de Pedraza será, como mínimo, un cambio de cromos en la pizarra de Moreno. En los tres encuentros del playoff el técnico valenciano había apostado por el mismo bloque, pero el desgaste de estos diez días empieza a notarse y en el banco hay opciones de recambio. Lo más lógico es que Baba sea el ancla mallorquinista y que comparta espacio en la sala de máquinas con Salva Sevilla y Dani Rodríguez, dejando a Lago a un lado y Leo Suárez o Aridai Cabrera al otro.

Sin embargo, también podría guardarse la bala del centrocampista ghanés, ya que si es titular no tendría otras piezas similares en la recámara. En ese supuesto, Sevilla y Rodríguez portarían el timón y Leo Suárez podría situarse a la espalda del delantero de turno. Hasta ahora ese hombre ha sido Abdón Prats, aunque teniendo en cuenta el esfuerzo que ha realizado el artanenc en tan poco tiempo y la recuperación de Ante Budimir, que ya jugó unos minutos en A Coruña, se dibuja otra posible variante.

El otro gran punto de referencia del partido estará en las gradas. Siete años después y tras varios días de interminables colas frente a las taquillas del estadio, se agotaron todas las entradas que había a la venta y Son Moix registrará un lleno histórico. Veinte mil mallorquinistas recibirán al equipo dos horas antes del encuentro y lo arroparán mientras se posiciona ante el monstruo final, que guardará bajo su manto un ascenso con el que nadie fantaseaba hace un año, cuando el Mallorca acababa de emerger de las alcantarillas de la Segunda B. Ha sido una gran campaña. Y desde hoy podría a ser eterna.