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Despojado de la presión de otras temporadas y aferrado a un discurso huérfano de estridencias, el Mallorca va acumulando elogios a la misma velocidad que avanza el torneo. Afincado entre los mejores, el grupo de Moreno luce su hambre con escaso disimulo, un detalle que está dejando huella en cada una de sus funciones.

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Consumidas ocho jornadas y tras el reciente festín de Son Moix —ante el Tenerife de Oltra—, el Mallorca ha sacado los codos, pelea contra todos y ha regresado a la zona playoff. Aparentemente, no es su sitio, pero los acontecimientos y sus prestaciones han disparado la euforia. ¿Dónde está el límite de este equipo?

Es indiscutible que la última obra de Vicente Moreno parece superar a la del exitoso curso anterior. En una categoría más exigente y con una estructura prácticamente idéntica, la escuadra balear está ofreciendo una versión altamente competitiva y fiable. A pesar de la decena de incorporaciones, el Mallorca más solvente de las últimas temporadas ha frenado cualquier revolución. Con el grueso del equipo que vivió en Segunda B, el equipo bermellón apaga debates y genera expectativas con la misma rapidez que la competición va creciendo. Se está gestando algo grande, Vicente Moreno lo intuye, aunque su código le impedirá reconocerlo.