Como un héroe. Héctor Cúper recibe las muestras de cariño de la afición del Mallorca tras el regreso de Valencia en una imagen captada hace 20 años. | JAUME MOREY / TOMAS MONSERRAT

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Cuando Héctor Raúl Cúper (Chabás, 1945) habla, el mallorquinismo suele escuchar. El gran arquitecto del bienio dorado se ha ganado a pulso ese derecho. Su acento de Santa Fe suena a música celestial para toda una generación de corazones rojos; escucharle es rememorar un pasado que nunca se irá; la pausa de su discurso evoca tiempos inolvidables, victorias en batallas imposibles y gestas que han convertido al argentino en un entrenador de leyenda. Acomodado en el banquillo del Mallorca y en dos citas legendarias —finales de Mestalla y Birmingham—, Cúper siempre murió en la orilla. No levantó trofeo alguno, pero conquistó el alma de toda una Isla. Dos décadas después, Cúper sigue siendo poesía...

—Han pasado 20 años de la mítica final de Mestalla, ¿qué es lo primero que se le viene a la cabeza al recordar ese partido?
—Lo primero que se me viene a la mente es que disputamos una final épica y que se hizo todo lo posible, e incluso más, en situaciones límite... Jugamos con dos futbolistas menos gran parte del segundo tiempo más la prórroga... Siempre me vienen buenos recuerdos y ese sentimiento de que manejaba un equipo con muchas agallas, entregado a la causa y con un convencimiento absoluto en el éxito. Incluso en inferioridad numérica nunca se perdió la fe. Jugar una final ante el Barça con dos hombres menos y estar siempre ahí es algo muy importante...

—A pesar de la derrota y un puñado de años después, el Mallorca también ganó algo en ese partido...
—El papel fue excelente y más allá de la tristeza y no haberla ganado, esa final, aunque no tenga la Copa el Mallorca en su vitrina, esa final se ganó. Fíjese que cuando se habla de esa final, todo el mundo habla del Mallorca, yo no escucho hablar del Barcelona, con todo el respeto lo digo porque el ganador del título fueron ellos.

— ¿Le ha dado muchas vueltas al penalti que falló Stankovic?
—Muchas vueltas no. Son situaciones límite y sobre todo en fútbol nadie tiene garantizado nada y un penalti también se puede fallar, como también lo falló el Barcelona en su momento. Le tocó a Jovan Stankovic. Era el jugador del equipo que mejor le pegaba a la pelota y no marcó. Punto y final.

— ¿Perjudicó el arbitraje de Daudén Ibáñez al Mallorca?
—Nos expulsaron a dos jugadores... Son cosas que suceden en el fútbol; hay que asimilarlas y ya está. Si Stankovic convierte el penal, tendríamos nosotros la Copa en las vitrinas, pero también la posibilidad de fallarlo. Yo no hablo ni de mala suerte ni nada, son situaciones límite donde hay una gran presión en un penalti que sabíamos todos lo que valía este penalti, se tiró fuera, no pasa nada.

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— ¿Se ha especulado mucho en torno a la conversación que mantuvo con el Rey en la entrega de trofeos. ¿Puede desvelar que le dijo?
—El Rey un fenómeno, no voy a desvelar lo que dijo, pero el sentimiento que él tenía es un poco el que teníamos todos, eso cada uno que evalúe o imagine lo que me pudo haber dicho. Realmente es un poco lo que sentimos todos los mallorquinistas en aquel momento; lo que sintió la gente cuando Stankovic falló el penalti, ese sentimiento que teníamos todos...

— ¿Recientemente, Pep Bonet, secretario técnico del Mallorca durante esta época, ha dicho que de la final disputada en Mestalla sólo se recuerda al subcampeón. ¿Está de acuerdo?
—Yo voy a repetir algo que es muy sencillo y que recuerdo cada vez que alguien saca el tema. Es verdad, el Barcelona ganó la Copa y se la llevó a casa, pero todo el mundo habla del Mallorca, de lo épica de su actuación. Que jugó con dos menos y que tuvo el penalti para ganarla... Hablan del Mallorca, con todo el respeto para el Barcelona. Pero insisto, si agarramos a alguien y le preguntamos, va a terminar diciendo todo esto que yo he comentado.

—¿Como definiría la actuación de su equipo en esa final?
—Lo que hizo el Mallorca en esa final fue épico, si después no tengo el trofeo, bueno, está bien... La sensación está en el corazón, en el alma de todos los mallorquines y de todos nosotros. Y la sensación que tenemos es que la Copa la ganamos nosotros, es cierto que no la levantamos, pero a mí quien me va a sacar ese derecho a pensar que ganamos nosotros. Cuando terminó el partido miré al cielo y dije: «Qué más tenemos que hacer para ganar después de todo lo que hemos hecho».

—¿La final ante el Barça fue el primer paso hacia el mejor Mallorca de la historia?
—El Mallorca es historia por sí solo y la historia se arma por todos los procesos que tiene un club. Nosotros hemos tenido, como un día hablábamos con el presidente Beltrán, la suerte de vivir un momento, pero la historia de una entidad es mucho más importante que un entrenador, que un jugador... Hay momentos que son muy buenos y otros que no lo son tanto.

—¿Qué pasó por su cabeza cuando acabó el partido?
—Lo que pasó por mi cabeza, cuando terminó el partido, ya lo dije antes, miré al cielo y dije: «Señor, qué más tenemos que hacer»... porque estaba realmente enfadado con Él. «Qué más teníamos que hacer»... Qué más teníamos que haber hecho para recibir ese premio. Yo creo que lo que hizo el Señor fue premiarnos con un partido que siempre vamos a recordar; con algo épico que va más allá del título. Con algo que tiene un valor importante. Al final, el Mallorca después ganó la Copa en Elche...