Alejandro Faurlín, centrocampista argentino del Mallorca, en una imagen captada durante el acto que organizó el club en la sede de Damm. | Pere Bota

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Alejandro Damián Faurlín (Rosario, 1986) se puso el domingo al final de esa extensa cola de futbolistas que han jugado con el Mallorca un partido oficial. El argentino, que la temporada pasada ascendía a Primera con el Getafe y que hasta hace nada formaba parte de la plantilla del Cruz Azul mexicano, debutaba como rojillo frente a un decorado de Segunda B mientras acababa de tomar carrerilla. «El otro día yo jugaba en Llagostera y mis compañeros de hace seis meses estaban empatando en el Camp Nou. El contraste para muchos puede ser depresivo, pero para mí es todo lo contrario. Tengo algo en la cabeza y ojalá pueda materializarlo», explica. «Yo sueño en grande, pero lo dejo para mí y al hablar intento ser lo más humilde posible, me manejo así en el día a día», se presenta.

El fichaje de Faurlín por el Mallorca fue uno de los más sonados del mercado de bronce en su ventana invernal y un giro radical en el itinerario del argentino, que no se siente incómodo con el cambio. «Lo hablaba con Salva Sevilla el otro día. Soy una persona que se toma las cosas de la mejor manera posible. Es evidente que en el día a día tenemos una facilidades increíbles, mucho mejores que las de muchos clubes de Primera. Jugar de local en nuestro estadio es un privilegio y un placer, pero la liga conlleva tener que jugar en campos como el del domingo. Eso también te lleva atrás en el tiempo, te lleva al pasado, a los comienzos, donde ves a compañeros que además de jugar tienen su empleo. Me encanta trabajar, luchar, las disputas, las segundas pelotas… Disfruto de todo», recuerda.

Decisión difícil
«Fue una decisión difícil», asegura cuando repasa su llegada al club balear. «Y la pensé mucho, como la de Cruz Azul, desde todos los puntos de vista», admite el centrocampista. Después puede salir de una manera u otra, como me pasó en México, que solo estuve seis meses cuando firmé dos años y pensé que sería lo mejor para mí y mi familia. Lamentablemente no fue así. Espero que esta vez todo vaya bien. A Maheta lo conozco y el tema de venir aquí siempre ha estado.

Muestro un compromiso hacia el grupo, porque podía haber esperado al ascenso para hacerlo, si se hubiera dado el caso. Pero vine para ponerme el overol —el mono— y ser parte de algo. Tengo mucha confianza de que así será. El Mallorca es un club que en cualquier momento puede aspirar a estar en la elite del fútbol», aclara antes de insistir en que su llegada a Son Moix no es un paso atrás en su carrera.

Ahora, tras varias semanas de rodaje en Son Bibiloni y un debut tan breve como intenso, Faurlín se siente cómodo. «Estoy contento. Siempre es lindo jugar los primeros minutos con el equipo. Tengo muchas expectativas de aquí al final y espero poder ayudar al equipo, desde donde se pueda. Sumar siempre es importante, da igual que sea fuera o dentro. Está claro que aquí estamos para un mismo objetivo, que es el ascenso», remarca. «Solo me falta algo de ritmo de juego, pero a partir de ahora estoy para cuando el míster me necesite».

Faurlín también asume que en este momento no lo tendrá fácil para entrar en el once de Vicente Moreno. Por eso, tampoco se inquieta demasiado. «El plantel está muy bien y se nota a diario porque hace más fácil la adaptación al grupo. Ya estoy metido de lleno en el grupo y lo único que puedo hacer es trabajar», avisa.