Kike López lanza una falta sobre la portería del Mallorca durante el derbi de Son Moix. | Miguel Ángel Borrás

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El derbi de Palma ya forma parte del archivo, aunque sus brasas todavía no se han apagado del todo. El duelo más caliente de Ciutat mostró a dos equipos que se mueven en sentidos opuestos y dejó sobre el tapete de Son Moix tantas sonrisas como dudas y tantas esperanzas como interrogantes.

En la acera del Mallorca volvía a salir el sol tras dos meses en los que el cielo se había ido encapotando, mientras que en la del Atlètic se ha acentuado una desconfianza que tiene reflejo en la clasificación. Sobre todo tras conocerse que el equipo de Horacio Melgarejo dormirá toda la semana entre los puestos de descenso a Tercera División.

Para el Mallorca el derbi acabó siendo una bendición. El conjunto de Vicente Moreno recibía al vecino blanquiazul cabizbajo y en su peor momento. Su juego se había descolorido mientras perdía gas y altura a cada jornada que pasaba. Empezó con un empate aparentemente inofensivo ante el Olot y se siguió enredando después ante Sabadell y Badalona.

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El panorama empeoró cuando el colapso le sorprendió frente al Deportivo Aragón y el Peralada, dos claros candidatos al descenso. Y se confirmó en Santa Eulària, donde encajó su primer revés entre síntomas de desconcierto. En esa fase de oscuridad se quedó también sin el chaleco antibalas que le protegía en la clasificación. Una explosiva mezcla de sensaciones que se apagó a costa del ATB y durante un partido lleno de sobresaltos.

El Mallorca recuperó la chispa en ataque, volvió a acreditar su pegada y le puso un candado a dos meses y dos días de sequía. Además de quitarse un peso de encima, amplió el catálogo de recursos con Aridai y reforzó esos cables que le unen a la grada con una victoria tan necesaria como especial. A su vez, recordó que las puertas de su defensa siguen abiertas y que ya no dispone de la coraza desde la que creció, aunque también ha estirado el margen para arreglarlo.

Mucho peor acabó el derbi para el Atlètic, que parecía llegar a Son Moix en fase de crecimiento. Después de sumar su primera victoria en Son Malferit el conjunto blanquiazul necesitaba continuidad y un triunfo en el campo del Mallorca lo hubiera catapultado. Sin embargo y pese a su buena actitud, que le valió para arrinconar al conjunto bermellón, exhibió numerosas arrugas en el centro del campo, se mostró plano en ataque y acabó cediendo una derrota que limita su reacción en la tabla. Sobre todo, porque a los moratones de la derrota hay que sumarle su ubicación en el plano de la liga. Cayó a puestos de descenso y reconoció que además de precisar refuerzos le va a costar salir del laberinto. Además, está a punto de perder a Gerard Oliva. El delantero catalán trasladó hace varios días al club su intención de abandonar el equipo y el UCAM Murcia se perfila como su destino.