Aviso. El Mallorca recibió un severo correctivo en Sabadell (2013) y desde entonces solo acumula derrotas en la primera jornada. | J.M.A.

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El Mallorca se dirige hacia los tacos de salida con la sombra de sus últimos inicios sobre la puerta del vestuario.

Desde que se deslizó por la cornisa de la Primera División, el conjunto balear no ha disfrutado de un solo arranque en paz y se ha visto obligado a caminar con el viento en contra desde la primera estación del camino. Un maleficio que empezó hace justo cinco años, en Sabadell, y que durante las cuatro últimas temporadas, entre derrotas y cortes de digestión inesperados, ha condicionado los pasos y la posterior marcha del equipo.

El partido de Peralada (domingo, 12.00 horas) no será uno más. Ni para el cuadro local, que estrenará su hoja de servicios en Segunda División B 102 años después de su fundación, ni para el Mallorca, que regresa a una competición que no visita desde hace casi cuatro décadas y que desconoce bajo su formato actual. Será una confrontación inédita, aparentemente desnivelada y cargada de simbolismo para las dos formaciones que marcará la puesta en marcha de ambos y, sobre todo, su estado de ánimo.

La pesadilla de la primera jornada empezó con el descenso. Tras poner fin a un viaje entre las nubes de dieciséis temporadas el Mallorca cayó al pozo de la Segunda División y pese a sus intentos por reciclarse, nunca lo consiguió. Su particular ruta de la plata la destapó el 18 de agosto de 2013 entre las paredes de la Nova Creu Alta, como uno de los grandes favoritos al ascenso y tras una pretemporada impecable a las órdenes de José Luis Oltra. Manteniendo las distancias, se trataba de una situación parecida a la actual. Empezó bien el partido, llevando el mando y acumulando ocasiones para marcar el terreno. Sin embargo, se deshizo como un azucarillo en cuanto encajó el primer gol y volvió a casa goleado (4-0) y herido de gravedad. Perdió también los dos partidos posteriores y pese a los fichajes de última hora o los cambios de entrenador nunca levantó cabeza. Acabó peleando por la supervivencia en la última jornada.

La historia se repitió, con menos crudeza pero resultados muy parecidos, la temporada siguiente. En aquella ocasión el Mallorca visitaba Valladolid tras varias semanas de turbulencias que afectaron al palco y al banquillo. Karpin, que había asumido poco antes el timón del equipo, no pudo hacer nada para evitar que los baleares doblaran la rodilla en Zorrilla (2-1). Estuvo siete jornadas sin ganar y, a partir de ahí, la zanja que tenía ante sus pies se convirtió en un escollo insuperable.

El tercer episodio del maleficio también se rodó a domicilio, esta vez en Alcorcón, el 22 de agosto de 2015. El Mallorca de Utz Claassen y el Chapi Ferrer llegaba a Alcorcón tras marcarse el objetivo del ascenso y además de ofrecer una pobre imagen salía trasquilado del municipal de Santo Domingo (2-0).

Mazazo

Al margen de la debacle de Sabadell, el golpe más duro que ha recibido últimamente el Mallorca en la jornada inaugural se lo propinó hace doce meses el Reus en el mismo salón de su casa. Los rojillos, que parecían haber encontrado la estabilidad y que comparecían en la liga con el mismo entrenador con el que habían acabado el curso anterior, Fernando Vázquez, tampoco miraban a ninguna otra meta que no acabara con el ascenso a Primera. Era su primer estreno en Son Moix tras el descenso y lo visitaba un recién ascendido: el Reus de Natxo González. El encuentro, que se presentaba tumbado hacia en bando local, se fue complicando poco a poco y acabó con un golazo de Alberto Benito en el epílogo que desató la ira del mallorquinismo en pleno mes de agosto.

Ahora ha llegado el momento de encarar a ese mismo fantasma y el propio Vicente Moreno asegura que ha tomado nota. Peralada puede romper la espiral.