Javier Olaizola aplaude a la grada durante el partido disputado ayer en Son Moix. | M. À. Cañellas

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Apelando al espíritu de Olaizola, con intensidad y corazón, el Mallorca abrazó una victoria vital ante Las Palmas (2-0) que no le permite respirar a pleno pulmón ni celebrar nada, pero que le mantiene vivo en la lucha por la permanencia. Una pelea en los barrios más bajos de la Segunda División que se decidirá el próximo sábado (18.30 horas) en la última jornada con nada menos que ¡8 equipos! inmersos en la lucha. Desde el Lugo hasta el Jaén pasando por el Mallorca, Mirandés, Castilla, Girona y Alavés. Todos se jugarán la vida en 90 minutos taquicárdicos en el primer sábado de junio.

El valor del triunfo, festejado en un Son Moix a la altura de la cita -cerca de 16.000 aficionados- quedó amortiguado por una jornada agridulce. Agria porque ganaron todos los rivales directos (Alavés, Castilla, Girona...) y dulce porque el Mallorca visitará al Córdoba dependiendo de sí mismo para evitar el descenso a Segunda División B. Aunque se podría salvar con un empate o incluso perdiendo, el grupo balear puede debe ganar para evitar cualquier opción al desastre ante un rival que se juega el playoff de ascenso. La tarde fue una montaña rusa de emociones. El Mallorca llegó al descanso siendo antepenúltimo. El gol del Nsue en el arranque del segundo acto le acercó incluso a la salvación matemática. Al final, los enemigos ganaron y mantienen el suspense hasta el final.