Una imagen del entrenamiento de ayer en Son Bibiloni. | Jaume Morey

TW
16

Parecía una sesión rutinaria. Otro día en la oficina. Hasta que Lluís Carreras, con la crisis del Mallorca a cuestas, decidió elevar el volumen de su discurso y atizar un duro golpe sobre la mesa. El entrenador, molesto con la actitud de la plantilla y alertado por una supuesta falta de intensidad en los ejercicios programados, decidió suspender la primera sesión de entrenamiento de la semana y marcar el terreno mientras buscaba un reacción por parte del grupo. Sin embargo, es probable que lograra el efecto contrario. Básicamente, porque los futbolistas se sienten ahora señalados como los máximos responsables de la delicada situación deportiva y, en algunos casos, interpretan la medida como un gesto de cara a la galería. Todo ello, a solo cuatro puntos del descenso a Segunda B y a cuatro días de un encuentro vital frente al Alavés que podría arrastrar al conjunto rojillo hacia las arenas movedizas de una categoría en constante erupción.

Maniobra

Carreras puso a hervir el vestuario en la misma base de operaciones del Mallorca. Después de iniciar la jornada con una sesión de vídeo en la que intentó concienciar a sus futbolistas de la gravedad de algunos de los errores que se cometen durante los partidos, el técnico desplazó a todo su ejército a los campos de la ciudad deportiva y decidió dar el alto al intuir que no estaban volcados de lleno en la preparación. Con menos de una hora de entreno en las piernas, los futbolistas enfilaban el camino de vuelta a la caseta. El toque de atención acababa de cobrar forma. Y a su vez, se declaraba un nuevo incendio.

Noticias relacionadas

La medida adoptada por Carreras sorprendió a los futbolistas, que no contaban con una respuesta tan contundente por su parte. El golpe propinado por el entrenador había cogido a contrapié a un plantel bajo sospecha que el pasado domingo, durante el encuentro ante el Deportivo, ya fue víctima de los reproches de una parte de la afición, que considera que no está dando la talla y que su actitud puede poner en peligro la vida del club.

Quizá por eso, los jugadores esperaban algo más de protección por parte del técnico, que al mismo tiempo tampoco parece dispuesto a cargar con toda la responsabilidad de lo que sucede últimamente a ras de hierba. El problema, en cualquier caso, es que la cuerda ha vuelto a tensarse y en esta ocasión, en un terreno inexplorado y peligroso. Hoy unos y otros volverán a verse las caras en el mismo punto donde se escenificó ayer su distanciamiento, en una sesión que ejercerá como termómetro para el grupo en un momento fundamental.

Los jugadores, especialmente irritados tras ser apuntados por el jefe del vestuario, también mantienen en público que su actitud es la correcta. «El míster y nosotros mismos nos tenemos que exigir al máximo», explicaba David Generelo en la sala de prensa después del incidente. «Es cierto que al equipo se le puede achacar que en la competición no está dando el rendimiento que se esperaba, pero en los entrenamientos se trabaja muy bien y el entrenador lo ha destacado en varias ocasiones, aunque luego en la competición no lo estemos consiguiendo. Hoy ha tomado la decisión de parar el entrenamiento y esto nos servirá para pensar cada uno en la situación que tenemos encima. Esperemos que tenga consecuencias positivas. Hay que estar más unidos que nunca», argumentaba el centrocampista extremeño.

«En el vestuario sabemos la situación en la que estamos y somos conscientes que no estamos dando el nivel que deberíamos dar», se extendía Generelo. «Todos los días intentamos revertir la situación y los máximos interesados en que cambie somos los que estamos dentro».