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Los ascensos del Mirandés y sus gestas coperas han convertido al municipal de Anduva en uno de los recintos más especiales de la Segunda División. Levantado a las afueras del núcleo urbano y muy próximo al río que sirve de apellido a la localidad que lo abraza, el estadio del conjunto burgalés se ha ido expandiendo en los últimos tiempos sin perder el encanto que le caracteriza. Ni a los ojos de su afición, que lo ha erigido en uno de los enclaves de referencia del balompié más austero, ni a los de sus oponentes, que continúan padeciendo sus rigores entre los muros que lo rodean. Para el Mallorca, en cambio, se trata de un territorio extraño. Una puerta hacia lo desconocido en la que analizará su futuro a ras de hierba. Lo hará, además, durante el fin de semana más angustioso de la temporada. Fútbol de alta tensión y una final a orillas del Ebro.

El conjunto balear jamás ha competido sobre la arena de Anduva, por la que sí han desfilado en los últimos años otros representantes del balón isleño como el Santanyí o el Atlètic Balears, siempre en el camino hacia una planta superior. De hecho, el historial de enfrentamientos entre Mallorca y Mirandés se reduce al partido del pasado 22 de septiembre, en el que Oltra, tras solo seis jornadas, levantó su segundo match-ball gracias a un gol de Víctor. El sábado se vivirá una historia parecida aunque esta vez el valenciano, que seguramente ya habrá perdido la cuenta de sus visitas a la silla eléctrica, sabe tan bien como la plantilla que no hay escapatoria posible.

La peor racha

Se asoma el Mallorca al precipicio con el rostro pálido y el pulso alterado. Los cuatro partidos que lleva sin alzar los brazos (Murcia, Sporting, Alcorcón y Hércules) le mantienen apresado a la peor racha de resultados de la liga, un tramo de escasa visibilidad prácticamente idéntico al que ya recorrió entre finales de octubre y mediados de noviembre y que, como no, casi le cuesta el puesto a su entrenador.

Con el Mirandés ante sus ojos, el Mallorca también deberá cercenar otra afección preocupante: la que corroe su portería. Además de su escualidez defensiva y de apilar una cantidad indigna de goles en contra (41), la escuadra balear ha sido incapaz de echar el pestillo durante las últimas siete jornadas, lo que supone la peor marca del equipo en medio año de competición. Desde que se cruzó con el Girona, en los postres de 2013, todos sus rivales le han lastimado al menos una vez.

No obstante, será el Mirandés el que acabe de adobar una jornada marcada a fuego. Básicamente, porque el equipo burgalés recibirá al bermellón desde el suelo de la clasificación, lo que ha generado una dosis complementaria de recelo entre el mallorquinismo, acostumbrado a padecer una y otra vez ante colistas de todo pelaje y condición.

El Mirandés, de todas formas, muda de piel en función del escenario sobre el que camina y en su cuartel general no es precisamente el último clasificado. De los 30 puntos que reúne en su cuenta el equipo que dirige Carlos Terrazas, 21 los ha recogido en su propio domicilio, donde también ha dado forma a 17 de los 25 goles que suma.

José Luis Oltra, que vive su semana más complicada desde que es entrenador del Mallorca, lleva días removiendo los cajones del vestuario y analizando lo que tiene a su disposición para armar la defensa con la que saldrá en Anduva. Los problemas de Antonio López, que había sido titular las dos últimas jornadas, y la sanción de Bigas por acumulación de amonestaciones obligarán al equipo a cambiar de aspecto en su zona más débil. Lo más probable es que Kevin regrese al lateral zurdo y Nunes podría hacer lo propio en la parcela central.