Víctor Casadesús lucha un balón con Joaquín en el partido en Málaga.

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Recién inaugurado el segundo tramo de la Liga, el Mallorca y Joaquín Caparrós vuelven a bajar a la arena para jugarse el tipo. Una vez evaporada aquella tímida reacción de la última jornada de 2012, al equipo balear le toca dar un paso al frente para no quedar atrapado en las alcantarillas de la clasificación y seguir respirando con cierta normalidad. Despojada de cualquier protección posible y con la ansiedad expandiéndose por todos los rincones del estadio, la formación rojilla está forzada a doblegar a un Málaga que camina varias plantas por encima. Todo lo que se salga de ese guión equivaldría a extender su alarmante proceso de descomposición y a consumir, más todavía, la maltrecha autoestima de un grupo traumatizado (Iberostar Estadi, Canal + Liga y GolT, 21.00 horas).

En la caseta del Mallorca nadie oculta ya que la situación empieza a ser peligrosa. Casi crítica. Los 6 puntos que ha recopilado en las últimas cuatro jornadas (más de cuatro meses de competición) suponen un botín raquítico y pese a que el equipo no anda muy alejado de la superficie las sensaciones que emite no invitan precisamente al optimismo.

Sin vuelta atrás

La parada en Cornellà y su respectivo fracaso han servido para que nadie cuestione la dimensión real del partido de esta noche. Incluso Caparrós es consciente de que se asoma a una final. Con todas la letras. En mayúsculas. Se trata además de uno de los encuentros más agónicos que ha afrontado el utrerano durante su carrera. Y le corresponde dirigirlo sobre el alambre. Sobre todo, porque a pesar de los esfuerzos de la dirección deportiva por mantenerle arropado y por seguir proyectando una imagen de cohesión y armonía, su silla se mueve más que nunca y su crédito permanece bajo mínimos.

El Mallorca va a sumergirse en agua hirviendo sin el respaldo de Aouate, que va a perderse un mes decisivo del torneo por culpa de esa lesión que le hizo bajarse en marcha del partido de Cornellà. Y aunque en el campo perico fue Miño quien taponó la grieta, ahora será Calatayud el que se ponga bajo el larguero. El técnico prefiere tirar de la experiencia del malagueño —que parecía destinado a abandonar el club el pasado verano y que solo ha jugado un partido intrascendente de Copa— para evitar que se produzcan nuevas fugas y minimizar los daños derivados de la baja del israelí. Tampoco estará Antonio Luna, sancionado tras su expulsión de la semana pasada, ni los lesionados Arizmendi y Antonio López.

Con esos ingredientes sobre la mesa, Caparrós tampoco removerá en exceso su apuesta más habitual y además del regreso de Bigas al lateral izquierdo solo se intuye la vuelta de Tomer Hemed a la línea atacante.