El entrenador del Mallorca, Joaquín Caparrós. | Real Mallorca

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En plena Semana Santa y con el Mallorca liberado de obligaciones a corto plazo, Joaquín Caparrós vuelve esta noche al lugar en el que comenzó todo. Vuelve a situarse el utrerano tras la línea de salida, sobre el kilómetro cero de ese maratón por los banquillos de la Liga que empezó a recorrer a finales de agosto de 2001. Once años y más de cuatrocientos partidos después, el entrenador del Mallorca se reencuentra con la porción más emotiva de su pasado y puede que con su futuro, ya que su nombre ilumina las quinielas en el caso de que no continúe en Son Moix y Míchel haga las maletas a final de temporada.

«Ya he ido allí muchas veces y siempre es algo especial. Pero especial con mayúsculas por todo lo que me ha dado ese club a nivel profesional y personal», reconocía ayer Caparrós antes de subirse al avión que iba a trasladarle, junto al resto de la plantilla, a la capital hispalense. «Y porque desde chiquillo, para que nos gustara el fútbol, teníamos que tener afición y un equipo. Somos profesionales, me debo a un club que ha confiado en mí y estoy muy agradecido al Mallorca y a su afición y vamos a intentar hacer un buen partido», matizaba.

Para el entrenador mallorquinista tampoco se trata de la primera experiencia de ese tipo. Ni mucho menos. Después de dirigir durante cuatro campañas al Sevilla en la primera planta del edificio de la Liga (él mismo lo devolvió a la máxima categoría) y poner los cimientos del equipo que después levantaría hasta cinco títulos, asumió el reto de resetear a un Deportivo obligado a adaptarse a sus nuevas circunstancias y el 4 de diciembre de 2005 le tocó comparecer por primera vez en Nervión como forastero. Agarrado a la tempranera expulsión de Maresca y a los goles de Diego Tristán y Víctor Sánchez (el marcador pudo ser más amplio, pero Sebastián Taborda malgastó un lanzamiento de penalti), el preparador celebró ese día su primera y hasta el momento única victoria en terreno sevillista. Desde entonces, ha vuelto otras cinco veces con el propio Deportivo y el Athletic, aunque siempre redactando funciones mucho más desoladoras. En cuatro de ellas (tres consecutivas) abandonó el estadio habiendo encajado cuatro goles y en la otra rascó un empate sin goles. Hoy, sin embargo, sueña con alterar la tendencia que le persigue en su antiguo domicilio, donde coincidirá también con jugadores como Jesús Navas o José Antonio Reyes, a los que ubicó en el escaparate de Primera División.

Pasado al margen, Caparrós se resiste a dar por archivada la permanencia y, sobre todo, de su posible continuidad en el área técnica mallorquinista. «No renovamos porque ni los futbolistas ni nadie lo hace», argumenta. «Ahora hay que centrarse en la competición. Cuando los objetivos estén conseguidos, ya habrá que hacer lo que se tenga que hacer, aunque eso no quita que estemos hablando. Nos hemos emplazado a más tarde», desvelaba. «Estoy centrado y muy a gusto con el Mallorca, Serra Ferrer, Cladera y los futbolistas. Mis cinco sentidos están en conseguir los objetivos con el Mallorca».