El defensa del RCD Espanyol Dídac Vila (d) conduce el balón entre los jugadores del RCD Mallorca João Víctor de Albuquerque (i) y José Martí. | Efe

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Espanyol 1 - 0 Mallorca

Espanyol: Kiko Casilla; Galán, Raúl Rodríguez, Héctor Moreno, Dídac; Baena, Forlín (Cristian Gómez, min.60), Romaric (Javi López, min.85); Weiss, Verdú y Rui Fonte (Thievy, min.55).

Mallorca: Aouate; P.Cendrós, Chico Flores, Ramis, P.Cáceres; Joao (Pina, min.46), Martí; Pereira (Ogunjimi, min.46), Alfaro (Calatayud, min.49), Chori Castro y Víctor Casadesús.

Goles: 1-0, min.19: Weiss.

Árbitro: Iglesias Villanueva (Colegio Gallego). Expulsó a Aouate (min.46). Amonestó a Cendrós (min.45), Forlín (min.53), Héctor Moreno (min.57), Cristian Gómez (min.63), Baena (min.76), Thievy (min.80) y Chico (min.88).

Otro gol absurdo, otra pifia arbitral y de nuevo frente al barranco. Zarandeado cruelmente por los elementos, el Mallorca ha vuelto a meterse en un lío. La escuadra balear, voluntariosa e inocua a partes iguales, abandonó herida Cornellà y su margen para el error se encuentra ya bajo mínimos. Pese al impulso tomado en Vallecas, el conjunto bermellón fue incapaz de dejar atrás la depresión de la Copa y encajó ante el Espanyol una dolorosa y dañina caída que le abandona junto a las cloacas de la clasificación. El ridículo tanto de Weiss y la injusta expulsión de Aouate marcaron esta vez un enfrentamiento que debía haber supuesto un punto de inflexión en la travesía bermellona (1-0).

No le vino mal al Mallorca que el partido se congelara de inicio por las continuas interrupciones. Eso ayudó a que el equipo de Luci se metiera poco a poco en el barro y que atajara el ritmo que se le presuponía al Espanyol en los minutos de tanteo. Y aunque fue el conjunto perico el que trató de marcar el terreno con su primera llegada a la orilla contraria, los baleares parecían sentirse más cómodos sobre el tapete. Tampoco mordían, pero su fútbol, mucho más elaborado que el del anfitrión, resultaba convincente y propiciaba que casi todo se jugara en la parcela espanyolista.

No obstante, al cuadro de Pochettino le bastó con divisar una rendija en el sistema de seguridad del Mallorca para cuestionar el guión del encuentro. Romaric asistió a Rui Fonte y el portugués, liberado de vigilancia, se encontró a un Aouate inmenso en su camino hacia el gol.

Era el primer aviso, un toque de atención que subrayaba además las diferencias entre uno y otro a la hora de dar con el petróleo.

El Mallorca, molesto con la ocasión, respondió al momento aunque sin demasiada fuerza. Hilvanó dos ocasiones seguidas redondeadas por Pereira y Castro, pero en ninguna de las dos llegó a sacar las uñas y los guantes de Casilla marcaron el final del trayecto.

Pintaba bien la fría tarde hasta ese momento para el cuadro balear, que dominaba la posesión y el ritmo del pulso. Pero justo en ese momento, con el equipo creciendo y el Espanyol cogiendo carrerilla, descargó la primera tormenta. Aouate domaba un balón aparentemente cómodo, aunque se le escurría tras chocar con Cáceres y Weiss, que contemplaba el embrollo desde una posición privilegiada, acababa marcando a puerta vacía. Otro gol cómico que obligaba a los rojillos a forzar la maquinaria en el peor momento. Fundamentalmente, porque con el marcador descorchado el partido parecía diseñado al gusto de los catalanes, que disfrutaron incluso de alguna oportunidad más para engordar su botín antes del descanso.

En cualquier caso, el Mallorca, remodelado con la entrada de Ogunjimi y Pina, iba a recibir el palo más duro a la vuelta de los vestuarios.

Error arbitral

Aouate salía de su parcela para arreglar un gazapo de Ramis y pese a despejar el balón de forma limpia y sin obstaculizar a Rui Fonte, Iglesias Villanueva cometía un error descomunal y lo mandaba a la ducha. La inexplicable decisión del gallego daba alas al Espanyol y obligaba a los isleños a agotar los cambios. El panorama pudo haber sido todavía más trágico si el palo no hubiera repelido el posterior lanzamiento de falta de Weiss. En ese momento, puntuar requería otra hazaña.

No se rindió el Mallorca, que en inferioridad se agarró a su orgullo para salir de la cueva y poner contra las cuerdas al Espanyol. Castró cogió la iniciativa y llegó a hacer mucho daño por su costado, aunque el equipo seguía adoleciendo de munición a la hora de la verdad. Así lo acreditó Ogunjimi, que erró la mejor ocasión del choque ante Casilla (minuto 62). Cornellà murmuraba, pero el Mallorca seguía sin asestar el golpe de gracia. Castro, el mejor de los insulares, también pudo acabar con el desequilibrio, aunque el meta perico se cruzó en su camino.