Gregorio Manzano, a la izquierda, y Joaquín Caparrós, a la derecha, se saludan antes del inicio de un partido en Son Moix entre el Mallorca y el Athletic. | Efe

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Dos entrenadores, un único camino. Además de ser los dos técnicos en activo con más partidos a sus espaldas, Joaquín Caparrós y Gregorio Manzano también comparten manual, generación y trayectoria. Andaluces y nacidos con apenas medio año de diferencia, el sevillano y el jienense disfrutan ahora de las mejores vistas del fútbol español y mañana volverán a saludarse sobre la alfombra del Calderón. Sin embargo, para subir a la azotea han tenido que seguir una ruta prácticamente calcada que partió hace más de dos décadas entre campos modestos y embarrados.


Experiencia

Ni uno ni otro brillaron demasiado entre el rectángulo de juego y se instalaron pronto en la banda. El entrenador del Mallorca pasó por las categorías inferiores de Madrid y Sevilla, además de desfilar por otros clubes más humildes como el Leganés, el Pegaso o el Tarancón. El atlético, por su parte, también estuvo a prueba en la cantera hispalense, aunque como su colega, nunca llegó a disfrutar del sabor del profesionalismo y se agarró a sus apuntes y a la pizarra. Para ambos llegaba el momento de arremangarse y asumir una serie de sacrificios personales que empezaban a arrojar luz, todavía muy tenue, a finales de los ochenta.

En la temporada 1987-88 uno y otro ya estaban posados sobre el mismo escalón y durante casi diez años impartían sus primeras lecciones entre la Regional Preferente y la Tercera División. Eran tiempos en los que, para entrenar, debían subirse a sus coches particulares y recorrer cada semana cientos de kilómetros a través de carreteras comarcales. Lo hacían apartados de la atención mediática, lejos de los grandes estadios y sin la colaboración de esos extensos cuerpos técnicos que ahora tienen al lado.

En 1996, de nuevo a la vez, ascendieron otro peldaño. Caparrós cogía el volante del Recreativo, al que devolvería posteriormente a la categoría de plata. Y Manzano se hacía con las riendas del Talavera, el club que le abriría dos cursos más tarde las puertas del Toledo en Segunda. Sus equipos disputaron durante dos años consecutivos la antigua fase de ascenso, pero ellos nunca llegaron a coincidir en el mismo grupo de la liguilla.

La primera vez que se vieron las caras dentro del área técnica de un mismo estadio fue en la temporada 1998-99, donde ambos se encontraron también con la mejor versión del filial del Mallorca en toda su historia. El de Utrera patroneaba a un Recreativo en el que habitaban jugadores como Bornes, Galván o el central Luci Martín, que a día de hoy ejerce como su mano derecha en Son Moix. El de Bailén, en cambio, se dejaba ver al frente de un Toledo en el que sobresalían Jacinto Villalvilla, Gallardo, Roberto Losada, Casquero o el actual entrenador del Valencia, Unai Emery.

A partir de ahí, Manzano adelantó un par de cursos su desembarco en la cima gracias a la apuesta del Valladolid, mientras que Caparrós, después de un paso fallido por el Villarreal, lideró la reconversión del Sevilla y puso los cimientos de aquella formación que, de la mano de Juande Ramos, levantaría un puñado de títulos nacionales y europeos.

Los dos preparadores han ido recopilando un crédito que les permite estar hoy a la misma altura. De hecho, Caparrós se elevaba el pasado verano como el principal candidato a ocupar el banquillo del Vicente Calderón tras desligarse del Athletic, pero la elección de Manzano le dejó sin opciones en la Liga y además de poner fin a una década completa en la máxima categoría, le forzaba a hacer las maletas para estrenarse en el fútbol suizo a los mandos del Neuchatel Xamax.

Grandes números

Esos primeros seis encuentros que se perdió Caparrós en la presente edición del campeonato han propiciado que Manzano le avance en el duelo que ambos mantienen en sus estadísticas personales. En cualquier caso, son los dos entrenadores de la parrilla del campeonato que han intervenido en más funciones de Primera División: 381 el bermellón y 386 el colchonero. Este fin de semana, después fundirse en un abrazo junto al Manzanares, seguirán estirando el camino. Uno al lado del otro. Como siempre.