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El Mallorca de Joaquín Caparrós se pone desde hoy en marcha. El entrenador sevillano, que llevaba unas semanas transformado en el gran objetivo de la dirección deportiva, se convirtió ayer en el nuevo entrenador del conjunto balear y empezará a cavar, a partir de esta mañana, el túnel que debe conducirle a la permanencia. Flanqueado por su cuerpo técnico aunque dispuesto a abrirle los brazos al resto de preparadores que dejó Michael Laudrup en la caseta, el de Utrera firma por lo que resta de curso con la intención de mantenerse suspendido entre los grandes y, de paso, pacificar un entorno especialmente contaminado.
El fichaje de Caparrós, que había estado sujeto con alfileres y pendiente de la aprobación de los administradores concursales, se abrochó por la mañana gracias a la presencia del agente del técnico, Gorka Arrinda, en las oficinas del club. Luego, el de Utrera tomaba un avión en la capital hispalense en compañía de Luciano Martín y Aurelio Ruiz y llegaba a Palma poco después del mediodía. Allí le esperaba el máximo accionista del Mallorca para darle la bienvenida y mostrarle su nuevo hogar de Son Moix antes de presentarlo ante los medios.
Ya en la sala de prensa, Caparrós exhibió su vertiente más ilusionante y optimista. Subido a un plató que en los últimos tiempos sólo había acogido escenas dantescas, el entrenador se esforzó en apagar cualquier rastro de crisis e intentó e ilusionar al mallorquinismo a través de un mensaje directo, conciliador y cargado de buenas intenciones en el que su sello podía con todo. «Estamos aquí porque nos ilusiona el proyecto», aclaraba en la génesis de su intervención. «El Mallorca tiene 7 puntos, una señal de que ha competido. Cuenta con una plantilla joven y con proyección y nos han ilusionado las instalaciones deportivas. Nos lo vamos a dejar todo. Vengo a implicarme con toda mi alma, todos mis conocimientos y toda mi pasión por el Mallorca y nos vamos a meter de de lleno en las tripas de la cantera del equipo. Tenemos tiempo y garantizamos que estaremos 25 horas pensando en lo que es el equipo. Para ayudar y para aportar. Cualquier cosa que valga para dar un paso más». Un par de preguntas más tarde, su decáologo al completo ya estaba sobre la mesa.
Caparrós insistió en su interés por disfrutar de la paz institucional y llamó a la unidad del equipo, consejo de administración, medios y aficionados. Recordó que inicialmente sus compromisos con los clubes no suelen ir más allá de una temporada y se marcó el reto de que el Mallorca sea el líder de la Liga en «ilusión, motivación y ganas de trabajar».
Por último, tampoco se mostró demasiado inquieto por esa frialdad que muestra normalmente Son Moix y que contrasta con algunos de esos estadios calientes en los que le ha tocado trabajar. «La gente se enganchará si ve buena actitud y la vamos a tener en cada entrenamiento», avisaba.