El entrenador danés del Mallorca, Michael Laudrup.

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Un año, dos meses y veintiún días después de desfilar por primera vez sobre la pasarela de Son Moix, Michael Laudrup circula por el tramo peor iluminado de su trayecto por los banquillos de la Liga. Y lo hace, además, con la soga al cuello. El danés, que a principios de julio de 2010 cogió el volante del Mallorca con la idea de desplegar su manual en un plazo de dos temporadas, se asoma por primera vez al barranco de la destitución. Acorralado por los números y sus inexistentes relaciones con la propiedad, el entrenador está a punto de agotar el ciclo que inauguró en la Isla de la mano de Llorenç Serra Ferrer. Pese a contar con el calor de los futbolistas y el resto del cuerpo técnico, un mal resultado ante la Real Sociedad podría precipitar su salida, que abrocharía ese cambio de rumbo que está masticando la dirección deportiva para camuflar las limitaciones de la plantilla en este ajetreado nacimiento de campaña.
Lejos de rebajar la temperatura en esa particular atmósfera que envuelve ahora mismo al club, el paso del Mallorca por Villarreal lo ha complicado todo. Dentro y fuera del campo. Mientras Serra y Laudrup se seguían alejando, el equipo exponía sus miserias en una función horrible. Otra más. La plantilla acusaba su falta de recursos ante un Villarreal que acudía al encuentro lastrado por los malos resultados y recopilaba otra derrota que le hace seguir reculando en la clasificación. Sin apenas munición y con una defensa temblorosa, los baleares reactivaron a su enemigo y acrecentaron la sensación de que los males de la entidad se siguen plasmando sobre el tapete, de que algo no funciona.
Con los dígitos en la mano, la situación del Mallorca tampoco resulta inquietante. Por un lado, porque el equipo dispone de un margen amplísimo para rectificar y situarse sobre la senda correcta. Y por el otro, porque existen precedentes de sobra para conservar al menos una pizca de optimismo. El arranque del conjunto bermellón es el menos consistente desde la temporada 2002-03, pero hay otros ejemplos que avalan la posibilidad de mantener la paciencia con el entrenador nórdico. El más llamativo de todos es el del peor inicio de campeonato desde que la formación balear regresó por última vez a Primera División en 1997. Fue en la temporada 2000-01, con Luis Aragonés dirigiendo las operaciones desde la banda de Son Moix. Empató ante el Valladolid en casa (1-1) y enlazó después tres derrotas seguidas ante Valencia (4-0), Málaga (0-1) y Athletic (2-1). Sin embargo, el equipo se fue calentando con el paso de las jornadas y acabó rubricando una de los ejercicios más brillantes de su historia y sacando el billete para la Liga de Campeones.
Pocas salidas
En cualquier caso, también es cierto que aquel Mallorca disponía de una importante carga de armamento que contrasta con los rasgos de su propuesta actual. La falta de pegada y la escasa profundidad del vestuario, imprescindibles para invertir una situación de estas características, siguen agudizándose a medida que el calendario se consume y parecen haber arrinconado a los de Michael Laudrup en una laberinto de difícil salida.