Kike Corrales cumplirá este próximo curso su cuarta temporada como jugador del Real Mallorca. En la imagen, el día en que fue presentado en Son Moix. | Montserrat T. Diez

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El Real Mallorca está inmerso en concurso de acreedores, entre otros motivos, por la deplorable gestión que realizó el que fuera director deportivo del Mallorca, Nando Pons. El club balear, a día de hoy, sigue pagando sus excesos y continuará haciéndolo durante mucho tiempo. El último ejemplo de la pésima planificación que llevó a cabo Pons, junto a su gran valedor Gregorio Manzano, y bajo el control inoperante de Vicenç Grande, se encuentra representado en el llamado 'caso Corrales'.

El lateral no cuenta para Michael Laudrup, no contó la pasada temporada y no contará tampoco para la que viene, pero el club de Son Moix no puede desprenderse de él debido al desproporcionado contrato que le consiguió Pons y al cual se aferra el jugador para seguir vinculado a la SAD Balear. Recientemente Serra Ferrer se puso en contacto con el agente del futbolista, Manolo García Quilón, que también representa a Gregorio Manzano, para informarle que no se contaba con el defensa y que tratase de buscar una salida ya que el jugador no entraría en los planes de Laudrup para la venidera campaña.

El futbolista llegó procedente del Osasuna de Pamplona y el Mallorca tuvo que hacer frente a un coste de 800.000 euros. Por si esto no era suficiente, Pons y Grande acordaron que lo ideal sería firmar un buen contrato al jugador y de ahí que le fijaran una ficha de 700.000 euros por temporada. Además, en la operación, Quilón se llevó una comisión nada despreciable que ascendía a 120.000 euros. Negocio rendondo para casi todas las partes, menos para el Real Mallorca. Corrales era un jugador suplente de Osasuna, llegó con 27 años y nunca ha demostrado se un futbolista diferencial ni ser merecedor de una ficha de estas características.

Inversión

Su contrato es una losa para el club de considerables dimensiones, pero ahí no se detiene todo ya que al final de las cuatro temporadas que firmó el jugador, el Mallorca habrá invertido en él una cifra que ronda los cuatro millones de euros, una cifra totalmente desproporcionada para las arcas de la SAD balear y para un jugador que ha disputado en tres temporadas, 32 partidos. Ante esta tesitura, lo más lógico para el club balear es negociar y resolver el contrato del jugador, pero es imposible. Corales parece encontrarse a gusto con su situación y la colaboración de su agente es nula. Quilón informó recientemente al Mallorca de que no ha encontrado equipo para su jugador y que, por lo tanto, seguiría en la Isla una temporada más. Serra Ferrer está por lo tanto atado a un contrato difícilmente asumible para el club sin que pueda hacer nada, sólo observa con impotencia como uno de los jugadores que no va ni convocado, en el Mallorca tiene ficha de estrella.

Corrales es el más claro ejemplo del perfil de jugador por el que apostaban el tándem formado por Pons y Manzano: Futbolistas de poco recorrido y sin retorno; presuntas soluciones para intentar conseguir resultados inmediatos, pero con escasas posibilidades de encontrar sitio en el mercado y proyectar un futuro traspaso para equilibrar las cuentas. Desde que se produjo el cambio en la propiedad del Mallorca, Serra se ha visto con las manos atadas para hacer efectivo el traspaso de futbolistas con fichas elevadas, como es el caso de Corrales, porque el mercado no los ha requerido bien por el bajo nivel exhibido o por la alta ficha que perciben. El «caso de Corrales» es uno de los últimos servicios que Pons prestó al Mallorca, otro ejemplo que explica la entrada en concurso de acreedores.