Llorenç Serra Ferrer y Michael Laudrup, el día de la presentación del técnico danés como entrenador del Real Mallorca. | Joan Torres

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El día después de lograr una salvación milagrosa, de mantener el patrimonio de la Primera División gracias al triunfo del Valencia en Riazor -una carambola que condenó al Deportivo y salvó al Mallorca de la quema-, el debate en torno al futuro se ha instalado en las entrañas de Son Moix. Y afecta de lleno al futuro del entrenador, el primer eslabón de la cadena que debe mover el nuevo proyecto del Mallorca 2001-12. Ni siquiera la permanencia es capaz de ocultar las grietas abiertas en las relaciones entre Llorenç Serra Ferrer y Michael Laudrup. No hay feeling entre el máximo accionista y el preparador danés y el divorcio es, hoy por hoy, absoluto. Esta pérdida de confianza mutua comenzó a aparecer tras los sucesos ocurridos en el mercado invernal. Desde aquellos acontecimientos, que debilitaron el potencial de la plantilla -Ratinho y Cavenaghi causaron baja y a última hora se frustró el fichaje del nigeriano Ujah-, las relaciones entre ambos entraron en barrena. Cuesta abajo.

Despejar la incógnita que afecta a la continuidad de Michael Laudrup se antoja como el primer punto en la orden del día del nuevo curso. El entrenador danés tiene un año más de contrato -hasta el 30 de junio de 2012-, pero puede rescindirlo por 700.000 euros y abandonar la entidad. Si, en cambio, es el Mallorca el que decide destituirle, los administradores concursales deberían autorizar esa indemnización, una circunstancia bastante improbable.

En sus últimas comparecencias, el técnico ha optado por regatear las preguntas relacionadas con su futuro. Incluso en la noche del sábado, con la salvación todavía calentita y la euforia recorriendo todos los rincones, Laudrup esquivó otra vez su destino. Las dudas sobre la conveniencia de mantener el contrato son recíprocas. Ni Michael Laudrup tiene decidido seguir ni Serra Ferrer apuesta de forma descarada por su continuidad.

Michael Laudrup exige un proyecto sólido para permanecer sentado en el banquillo isleño. El técnico está a la espera de conocer en profundidad el boceto del nuevo Mallorca para tomar una decisión. Quiere un proyecto de ciertas garantías de éxito y mantener a la base de la columna vertebral.

La idea que maneja Serra Ferrer pasa por acometer una profunda reestructuración. Dos o tres jugadores serán vendidos y al menos media docena de futbolistas inyectarán sangre fresca en la caseta bermellona. En las próximas fechas, el problema de Laudrup deberá quedar resuelto. En un sentido u otro.

La irregularidad del primer equipo en la segunda vuelta del campeonato también puede condicionar la decisión del club. Laudrup ha perdido varios puntos en un tramo final de Liga decepcionante. Al margen de algunas decisiones tácticas, que pueden ser discutibles o no, sobre la mesa también se debate sobre la capacidad o no del técnico danés para mantener al vestuario en estado de alerta, enchufados en estas últimas curvas del torneo.

El Mallorca, que se adentró en el último mes de competición con 42 puntos, sólo ha sido capaz de sumar dos de los últimos quince puntos en juego y ha jugado con fuego, con el futuro de la entidad, hasta el último suspiro. No hizo los deberes ante el Atlético de Madrid -se marchó 0-2 al descanso y perdió 3-4- y rifó todo su destino a que no marcara el Deportivo para no bajar a los infiernos. Solo un milagro, la actuación magistral de César y el tempranero gol de Aritz Aduriz, le permitió al grupo balear mantener su jerarquía en el salón de oro del fútbol nacional.

Pero esta inercia, la curva descendente del proyecto de Laudrup, ha empujado a la cúpula de la SAD balear a la cábala. A meditar la conveniencia de la continuidad o no de Michael Laudrup al frente. Las relaciones se han deteriorado en exceso y no invitan precisamente a pensar en que el técnico danés cumplirá su contrato.

Desde el mercado invernal, ambas partes se distanciaron y el tramo final de Liga ha acentuado el divorcio. La imagen de un Laudrup colérico en el banquillo ante el Atlético refleja el estado de nervios que se ha cocinado a fuego lento en los últimos meses en las entrañas de la SAD balear.