Un grupo de jóvenes seguidores bermellones nacidos entre 1998 y 2003 posan para este diario; siempre han visto jugar al Mallorca en Primera División. | S. Amengual

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Veintitrés mil personas poblando las gradas de Son Moix, dos ejércitos sobre el tapete, noventa minutos de angustia y un único deseo: la permanencia. Después de nueve meses de tensión, de treinta y siete jornadas de balanceo por la zona templada de la clasificación, la Liga llega esta noche a la cumbre y al Mallorca le toca jugarse su mayor patrimonio en una cita sin vuelta atrás, entre la niebla y con el agua al cuello. El conjunto de Michael Laudrup, que lleva toda la semana reflexionando y cogiendo carrerilla, encabeza el pelotón de seis equipos que divisan la línea de meta desde el alambre y debe defender la categoría sin apenas protección posible. Si suma algún punto, su futuro estará a salvo. Si no lo hace, habrá que encender la calculadora y evitar una de esas seis combinaciones malditas (de las 243 posibles) que le enviarían directamente al pozo. Y aunque en los últimos catorce años el conjunto bermellón ha intervenido en encuentros de todo tipo y condición, muy pocos van a tener la trascendencia del que le cruzará hoy con el Atlético. Y para bien o para mal, ya no habrá vuelta de hoja (Iberostar Estadi, PPV, 22.00 horas).

El Mallorca lleva seis días aguantando la respiración. El paisaje que contempla no está tan degradado como el de sus vecinos, pero el guión de las últimas jornadas, la dinámica en la que anda atrapado el grupo y el hecho de que la puja por la salvación haya derivado en un escenario histórico han agravado la preocupación del entorno. Lo que parecía imposible hace justo un mes ha ido cobrando forma a medida que se redactaba el epílogo y las grietas por las que podría filtrarse el fracaso continúan abiertas.

En cualquier caso, de puertas hacia afuera el vestuario no muestras síntomas de debilidad. Más bien todo lo contrario. Los jugadores y el cuerpo técnico saben que la amenaza es importante, pero están convencidos de sus posibilidades y entienden que tienen la salvación entre las manos. Así lo han transmitido durante la semana y así deberían expresarse sobre el terreno de juego. La clave, según han subrayado los pesos pesados de la caseta, pasa por controlar la ansiedad hasta el final aunque el argumento se tuerza y por no especular con el empate. La consigna es ir a por la victoria desde el principio. Sin descanso. Sin prisas.

En el plano exclusivamente deportivo, Michael Laudrup tiene a toda la artillería en formación. El entrenador danés incluyó ayer en la última convocatoria del ejercicio a todos los futbolistas de la plantilla, que se concentrarán a partir de las 13.30 horas en un hotel de la capital balear. Y en principio, tiene en mente algunos cambios que proyectará sobre la pizarra con la idea de maniatar desde el principio al Atlético de Madrid.

Las reformas del técnico se concentran de cintura para arriba. Laudrup volverá a apoyarse en su modelo más ofensivo y la reaparición de Jonathan De Guzman, ausente por lesión en Almería, devolverá al banquillo al brasileño Joao Victor. El holandés de origen canadiense manejará los hilos del centro del campo y en las orillas emergerán Emilio Nsue y Michael Pereira. Además, la otra gran novedad será la vuelta de Sergio Tejera, que en principio debería instalarse a la espalda de Webó. No obstante, con el mediapunta catalán sobre el campo las opciones del entrenador se multiplican y se podrán explotar en función de lo que depare la batalla.

El Atlético, por su parte, llegará hoy a Palma casi en silencio, aunque siendo consciente de que va a ejercer como uno de los jueces que impongan orden en el sótano de la clasificación. Los madrileños, con el pasaje para la próxima Europa League debajo del brazo, pretenden recuperar algún peldaño en la tabla y estirar las vacaciones, ya que si cierran el curso en el séptimo puesto deberán afrontar hasta dos fases previas en la competición continental, la primera de ellas a finales de julio. Y todo eso jugará en contra de un Mallorca cuyo rendimiento podría variar según su estado de ánimo.

Sea a como sea, todo se habrá acabado a medianoche y la plantilla isleña abandonará la hierba del Iberostar entre sonrisas o llantos. El futuro de toda una entidad está en juego.