El delantero del Deportivo de la Coruña Iván Sánchez Rico "Riki" remata el balón durante el partido. | Efe

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Deportivo 2 ? 1 Mallorca

Deportivo: Aranzubia; Laure, Lopo, Colotto, Manuel Pablo; Rubén Pérez, Juan Rodríguez; Pablo Alvarez (Valerón, min.46), Lassad (Adrián, min.79), Guardado; y Xisco (Riki, min.55).

Mallorca: Aouate; Cendrós, Ramis (Rubén, min.72), Nunes, Kevin; Martí, Joao Victor; Nsue, Tejera (Gonzalo Castro, min.55), Pereira (Casadesús, min.76); y Webó.

Goles: 0-1, min.27: Webó. 1-1, min.55: Xisco. 2-1, min.67: Lassad.

Àrbitro: José Antonio Teixeira Vitienes, del Colegio Cántabro. Expulsó al jugador del Mallorca Webó (min.90). Además, amonestó a Aranzubia (min.45), Guardado (min.45) y Lassad (min.63) por parte del Deportivo, y a Pereira (min.74) por parte del Mallorca.


Empotrado en aquel equipo que maravilló a la Liga a finales de los noventa bajo la dirección técnica de Cúper, Valerón se destapó pronto como uno de los primeros ídolos del Mallorca moderno. En una sola temporada, el grancanario levantó al Sitjar y se ganó un espacio perpetuo en el corazón de su hinchada, que le vio partir de la Isla para iniciar una prometedora carrera que sólo han ralentizado las lesiones. Sin embargo, hoy su magia tiene más vigencia que nunca. Trece años después, el mediapunta de Arguineguin sigue dando clases y ayer, en apenas medio tiempo, desgarró el sueño europeo del equipo que le abrió las puertas de Primera con una grandiosa exhibición de talento. Como le ocurrió la temporada pasada, el conjunto balear se dejó en Riazor una notable porción de esperanza y además de tener pendiente la asignatura continental continúa sin abrazar el gran, y puede que único, desafío de la temporada (2-1).

La génesis ya reflejó el estado real de los dos equipos. El local, desfilando desde hace tiempo por los pasillos del infierno, se presentaba con el cuerpo agarrotado por la tensión y sobreexcitado por el ambiente que se respiraba en Riazor. Con la grada exigiéndole un cambio de actitud desde el calentamiento, los gallegos pretendían liquidar la cita en el prólogo. A la fuerza. Con voluntad, pero sin guión. Huérfano de argumentos. Mientras tanto, el Mallorca, contemplaba la acción desde una dimensión paralela. Con el trabajo casi acabado, el cuadro de Laudrup representaba la antítesis de su enemigo. Libre, sosegado y sin prisas, intuía el conjunto balear que le alcanzaría con dejar que el rival se vaciara. Y al principio así fue. El once gallego, pasado de revoluciones y enganchado únicamente a la zurda de Guardado y a la verticalidad de Laure, era un manojo de nervios, un equipo sin alma que se estrellaba una y otra vez con la acicalada muralla visitante.

Tampoco intimidaba el Mallorca, que al menos sí gobernaba el combate a los puntos y proyectaba una imagen de superioridad que le ayudó a vallar su terreno durante su primera incursión seria en el área de Aranzubía. En una jugada aislada, Martí se dejó caer al costado derecho, arrastró en bloque a la defensa blanquiazul y su centro lo utilizó Webó para descorchar la función con un cabezazo de su sello, picado y cruzado. Impecable. Era la primera vez que uno de los dos equipos dirigía su munición entre los tres palos. El mejor ejemplo de la efectividad mallorquinista. Porque de ahí hasta el descanso, el Deportivo trató de enderezarse sin cambiar de coordenadas y los isleños, sin apenas esfuerzo, se marchaban a la caseta con una sonrisa de oreja a oreja. El partido ya tenía puesto el candado.

Quizá en ese momento nadie contaba que al Mallorca le caería encima la noche en su retorno al tapete. Lotina, desesperado por lo que acababa de ver, se había ido al vestuario sabiendo que al volver se agarraría obligatoriamente a Valerón, y el encuentro empezó de nuevo. Lo peor de todo es que lo hizo con dos equipos radicalmente opuestos a los que habían intervenido en el acto inicial.

El Deportivo, con el de Arguineguin al mando de todas sus operaciones, regresó transformado y herido en el orgullo. Y su agresividad intimidó al Mallorca, que optó por recogerse en torno a Aouate hasta que pasara en huracán.

Los de Riazor, con dos tallas más, abrieron el grifo y en un par de minutos ya habían producido más peligro que en el resto de la tarde. Aparecían también los síntomas de debilidad en la acera insular, mucho más resbaladiza que en los asaltos previos. Hasta que en medio de la tormenta, llegó el principio del fin. Valerón conectó con Xisco mediante un pase al hueco de fábula y el de Santa Ponça, que ya le había ganado la espalda a Ramis, superó sin problemas y a ras de suelo la salida de Aouate para establecer un nuevo punto de partida.

Con la fiesta desatada en las gradas y el Mallorca exigiendo un tiempo muerto, el Deportivo decidió cerrar el encuentro. Su bombardeo era constante y sólo tuvo que alzar otra vez la mano Valerón para que aparecieran los títulos de crédito. Esta vez se asoció con Riki, aunque Nunes se cruzó en su camino. Sin embargo, el despeje del portugués resultó defectuoso y fue a caer a las botas de Lassad, que reventó el cuero ante la mirada de Aouate.

Quedaba mucho partido por delante, pero para el Mallorca sólo cabía la opción de empeorar. Se libró de un marcador más amplio, pero no de la expulsión de Webó por liderar una refriega en el tiempo añadido, ni de la quinta amarilla de Pereira, que tampoco estará el sábado que viene ante el Sevilla. Ya lo dijo Laudrup: Europa puede esperar.