Germán Lux se encamina, cabizbajo, hacia la portería para recoger el balón, durante el partido disputado ayer en el estadio de Son Moix. | Monserrat

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Mallorca 3 - 4 Almería

Mallorca: Lux; Ratinho, Martí Crespí, Rubén, Ayoze; Nsue (Pereira, min. 53) , Joao Víctor, De Guzmán (Martí, min. 53), Castro; Víctor y Cavenaghi.

Almería: Esteban; Michel, García, Acasiete (Ortíz, min. 72), Jakobsen; Fabián Vargas, Juanma Ortíz, Crusat, M'Bami (Bernardello, min. 65); Piatti (Cristóbal, min. 58) y Ulloa.

Goles: A los 30 segundos: 0-1, Piatti; min. 3: 0-2, Juanma Ortíz; min. 34: 0-3, Juanma Ortíz; 0-4, min.42: Piatti, 1-4, min. 69: Cavenaghi; 2-4, min. 75: Pereira; 3-4, min. 76: Cavenaghi.

Àrbitro: Undiano Mallenco (comité navarro). Expulsó a Fabián Vargas por doble amonestación en el minuto 83. Amonestó a Ratinho, M'Bami, Martí Crespí, Rubén, Jakobsen-

En una de las tardes más humillantes que se recuerdan en Son Moix, el Mallorca vertió la Copa sin remisión. Sin justificación alguna, Laudrup cambió de un plumazo al portero y a toda la defensa -que ya había hecho el ridículo en Almería-, un despropósito que se tradujo en una bronca monumental y un marcador nunca visto al descanso: 0-4. Más allá del sonrojante batacazo, la eliminatoria deja víctimas por el camino. Tipos como Ratinho, Rubén o Martí Crespí quedan marcados a fuego, condenados a las galeras, tras haber tirado por la borda su oportunidad. También Laudrup sale como perdedor por entregar toda la responsabilidad de la clasificación a unos jugadores cuyo nivel queda bajo sospecha...(3-4)

Favorecido por la relajación del Almería, que se frotaba los ojos ante la inesperada cortesía que le había brindado su enemigo, el grupo balear maquilló la paliza en el último cuarto de hora, una reacción de casta que no sirvió para ocultar el desastre anterior ni para seguir en un torneo que pintaba bien -el Deportivo aguardaba en la siguiente ronda- y en el que había muchas ilusiones depositadas.

La jornada invitaba a la fiesta. En un horario extraño y un día especial, el Mallorca le regaló a su adversario el billete para cuartos de final en un arranque de encuentro inadmisible. Laudrup le dio la responsabilidad de la eliminatoria a los suplentes y estos demostraron, con creces, esa condición. Con la defensa B que alineó el técnico danés, siempre hay que contar con alguna pifia, con algún detalle pueril que facilita sobremanera el trabajo de los atacantes rivales. Siempre hay que contar con la vena suicida de esa línea de fondo que ayer formaron Ratinho, Martí Crespí, Rubén y Ayoze. Es extraño marcar seis goles en una eliminatoria y quedar fuera. Pero resulta sangrante (y preocupante) que el Almería te meta ¡8! en dos partidos.

El bloque de Oltra sacó de centro y sin que interviniera ningún mallorquinista, el cuadro andaluz ya se había allanado el camino. Ortiz dejó en evidencia a Ayoze, templó el balón y Piatti, en la más absoluta intimidad -¿y los centrales?-, remató con la cabeza pese a su metro sesenta y poco. Apenas habían transcurrido 30 segundos. Sin tiempo para lamer la herida, llegó el segundo zarpazo. Ulloa se marchó de Ratinho, centró al corazón del área y Ortiz, que había dejado atrás a Ayoze, metió el pie para el 0-2. La afición ya se arrepentía de haber abandonado la comida de Reyes... Era el minuto 3.

Con los silbidos sonando de fondo, el Mallorca reaccionó con un remate de Nsue que rozó en la madera. El duelo, como sucediera en la ida, se convirtió en un carrusel de despropósitos. Solo que en esta ocasión, el grupo balear no metió ni una y el Almería apuñaló en cada llegada.

Mientras Cavenaghi y Víctor hicieron lucir a Esteban -el meta realizó paradas de mérito-, Juanma Ortiz -en posición dudosa- y Piatti -desde 35 metros- encendieron a una grada que cerró el primer acto con gritos de ¡fuera, fuera! después de asistir al mayor ridículo que se recuerda en el Camí dels Reis.

El Mallorca, que necesitaba 6 goles para pasar, al menos tiró de su orgullo personal para maquillar la tarde tras el descanso. Cavenaghi demostró, con dos goles, ser más aprovechable de lo que indica su ostracismo y Pereira, que animó el choque con su salida, amortiguaron el golpe aunque no la vergüenza de un Día de Reyes nefasto.