El mallorquinista Emilio Nsuese lleva las manos a la cara después de malgastar una oportunidad. | Monserrat

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En menos de un mes, el Mallorca ha consumido casi todo ese margen de confianza que se había granjeado durante su idílico inicio de curso. Ha pasado el equipo de Laudrup de acampar en las plantas superiores de la clasificación a emitir señales de alarma. Sobre todo, por las grietas que muestra últimamente el vestuario. La formación balear es la que ha recolectado los peores registros de diciembre y la única, junto al Sevilla de Manzano, que no ha atrapado un solo punto durante las tres jornadas que le han dado carpetazo al 2010. Si a eso se le une la caída de la Copa o que el conjunto isleño ha recibido once tantos en las cuatro últimas funciones oficiales, el paisaje resulta todavía más tétrico.

Llegaba el Mallorca al Coliseum embalado y con el depósito lleno. Venía de conquistar el Sánchez Pizjuán con una exhibición ante su anterior técnico y de liquidar al Málaga gracias a dos chispazos de Webó y el Chori Castro. Acomodado en la sexta posición del torneo, los bermellones tenían la posibilidad de engarzar, una temporada y media después, tres alegrías en cadena y alzar definitivamente el vuelo a costa de un Getafe herido por su irregularidad en la Liga y su reciente eliminación europea. Sin embargo, los de Laudrup se dejaron llevar y fueron atropellados por el conjunto madrileño tras exteriorizar una falta de actitud inquietante. Los goles de Pedro Ríos en el primer tiempo minimizaron su capacidad defensiva y Parejo hizo el resto tras el descanso. Pésima imagen y peor resultado (3-0).

Una vez asimilado el desplome de Getafe, el Mallorca lo tenía todo a su favor para restañar las heridas y volver a mirar al horizonte sin preocupaciones. Estaba a punto de desfilar por Son Moix el Racing, que se presentaba en la Isla con un pírrico balance a cuestas. Los cántabros únicamente habían obtenido un punto en siete desplazamientos (sumado en septiembre, ante el Sevilla) y habían encajado dieciocho goles. Su estado de salud era tan pobre que Miguel Àngel Portugal decidió modificar casi toda su defensa en busca de un golpe de efecto que al final encontró. Maniató de inicio a fin a un Mallorca irreconocible y Óscar Serrano, que volvía a los campos tras casi ocho meses de lesión, se aprovechó de un grave error defensivo de Cendrós para certificar, ya en el tiempo añadido, la segunda derrota de los de Michael Laudrup como locales.

Con los dos bofetones anteriores marcados todavía en el rostro, el Mallorca viajaba a Villarreal para darle forma a otro de esos encuentros salpimentados fuera del campo desde el pasado mes de julio. Pero lejos de rectificar, los baleares agrandaron su depresión en El Madrigal. Los amarillos no tuvieron rival y le sacaron punta a los gazapos rojillos en defensa y a una comprometida decisión de Turienzo para delimitar su terreno y refrendar, con un fútbol alegre y vistoso, que son el tercer equipo de Liga. Más allá del golazo de De Guzman, los de Son Moix apenas salieron de la cueva para fabricar peligro.

Ni siquiera en la Copa, esa competición que tradicionalmente ha servido de oasis al Mallorca durante su historia contemporánea, ha ayudado al equipo a recuperar la sonrisa antes de que acabara el año. Los isleños, agobiados de nuevo por su fragilidad para resguardarse de los ataques rivales, encajan cuatro goles pese a la excelente actuación de Germán Lux y sólo su sorprendente efectividad en ataque les mantiene con vida de cara al inminente desenlace de la eliminatoria. Pese a todo, la plantilla se marcha de vacaciones con el agua hasta el cuello y la obligación de inaugurar el 2011 desde una perspectiva radicalmente opuesta a la actual. En ese sentido, la primera semana de enero parece vital para trazar el rumbo a corto y medio plazo. El propio Almería, al que se medirá dos veces en unos días, y el Hércules, calibrarán el peso de un grupo que ya se ha desprendido de su coraza.