El centrocampista colombiano del Almería Fabián Vargas (i) disputa un balón con el mediocentro canadiense del RCD Mallorca Jonathan de Guzmán (d), durante el partido, correspondiente a la ida de octavos de final de la Copa de Rey. | Carlos Barba

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Almería Almería 4

R.C.D. Mallorca Mallorca 3

Copa del Rey | Octavos Ida | 22/12/2010 20:00 | Final

Puede que la Copa aún no se haya derramado del todo, pero al Mallorca le va a costar llenarla. Más que nada, porque su rostro se sigue estropeando a medida que progresa el calendario y porque su caída sigue sin encontrar suelo. El conjunto bermellón es víctima de una depresión gigantesca y sus grietas se extienden de forma alarmante, independientemente de quién haya delante. Anoche, los de Laudrup volvieron a exponer su indolencia ante un adversario de menor estatura y además de empalmar su cuarta derrota seguida, airearon una serie de defectos que, como mínimo, van a incrementar el ritmo de las alarmas. Afortunadamente, el torneo del KO suele conceder segundas oportunidades, sobre todo si acreditas tu solvencia atacante como forastero. Y es que, pese a sus lagunas, la escuadra isleña encontró oro cada vez que exploró el área de Esteban y a falta de noventa minutos para la clausura de la eliminatoria, parece que está tiempo de escoger la dirección correcta. Eso sí, necesita urgentemente una transfusión o, al menos, otra dosis de autoestima con la que regenerarse (4-3).
Lo cierto es que toda la eliminatoria podría haberse concentrado en un primer tiempo frenético y cargado de noticias. Ninguno de los dos equipos se había quitado aún el pijama y el Mallorca ya había vuelto a caer en una trampa después de que Joao Víctor desviase con la mano un centro de Bernardello. Era la octava pena máxima del curso y Ulloa, el héroe almeriense del torneo, destapó la lata engañando a Lux con tiro raso.
Al Mallorca, desaparecido en combate, se le nubló la vista y mientras Lux achicaba agua sus compañeros no encontraban la forma de rebasar siquiera la pared del centro del campo rojiblanco. Sin embargo, su primera llegada con cierto peso la resolvió a lo grande. De Guzman, agarrándose al molde que empleó en Villarreal, domó el balón con el pecho y se sacó un plástico derechazo que perforó la escuadra de Esteban.
El empate tampoco alivió en exceso el panorama del encuentro, porque siete minutos más tarde Ulloa le devolvió la vara a su equipo aprovechando un agujero en la muralla rojilla. Después, uno y otro iniciaron un esquizofrénico intercambio de golpes en el que Lux se sacó varias espinas de golpe y en el que Víctor estuvo a punto de despeñarse en el plano psicológico. El de Algaida, dolido todavía por su gazapo ante el Racing, se estrelló contra Esteban desde los once metros y agachó aún más la cabeza. Sólo le rescató el propio guión del partido y una asistencia maravillosa de Nsue, que le permitieron eliminar su fallo y devolver la cita al punto de partido justo antes del descanso.
Visto lo visto, parecía que la tensión del encuentro iba a decaer, pero ocurrió todo lo contrario y se extendió la locura. Lux se había duplicado, pero Uche engordó la mochila de los andaluces y Ulloa cerró el círculo con un hat-trick que dejaba la confrontación prácticamente finiquitada. El Mallorca, demasiado flaco en defensa y totalmente plano de cintura para arriba, estaba entregado y a los pies del Almería cuando se le abrieron las puertas del cielo. Un resbalón de Lillo le allanó el camino a Webó y el camerunés acercó la Copa con un tanto que subirá de valor a medida que se acerque el desenlace. Por lo menos, la Copa sigue sobre la mesa.