Los futbolistas del Real Mallorca, durante la sesión celebrada ayer en el estadio de Son Moix. | Monserrat

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Mientras circula por el tramo peor iluminado de la temporada, el Mallorca ha encontrado otro escenario sobre el que ajustar algunas cuentas. Con dos derrotas a cuestas y la sensación de estar perdiendo altura, el conjunto balear se dará hoy de bruces con su gran enemigo, con el mismo club que forzó su salida de unas competiciones europeas a las que estuvo adherido toda una campaña. Y aunque Laudrup lleva días rebajando la temperatura del vestuario para evitar un exceso de tensión, hay jugadores que llevan casi cinco meses esperando el cruce con el Villarreal, una formación enorme y cargada de recursos, que a estas alturas de la película presume de ser la primera de la 'otra liga' . Sin embargo, no hay miedo a nada. El plantel ha recurrido a las gestas del Camp Nou, Mestalla y el Pizjuán para regenerar su decadente autoestima y sabe que un triunfo le devolvería a su afición una pequeña porción del orgullo que perdió durante el verano. Como ha reconocido alguno de los capitanes, «la victoria sería el regalo perfecto para estas Navidades» (El Madrigal, 18.00 horas)

El mayor problema que puede encontrarse esta tarde el Mallorca es su propia dinámica. Hasta ahora, el equipo se había levantado justo después de cada caída, pero esta vez lleva dos semanas tendido en suelo por los golpes que le propinaron de forma consecutiva dos contrincantes de su misma talla (Getafe y Racing). Y aunque su colchón es amplio, no le conviene seguir enclaustrado en ese laberinto. Hoy despachará el 2010 a falta de lo que le depare el miércoles la Copa y, sobre el papel, le espera un encuentro repleto de minas.

Al menos, Laudrup ha rescatado para la ocasión a lo mejor de su repertorio. A excepción de Ratinho, que se quedó en Palma con fiebre y amigdalitis, el técnico podrá contar en Villlareal con el armazón desde el que trazó sus victorias más prestigiosas como rojillo. Ayoze está listo para subirse otra vez al cuadrilátero, Castro ha dejado atrás las molestias que le han impedido trabajar con normalidad durante la semana y tanto Pereira, como De Guzman o Webó parecen preparados para fabricar otra vez buenas noticias. De esta forma, todo indica que el técnico podrá calcar el once que tan buen resultado ofreció en Sevilla mientras se sigue guardando la carta de Emilio Nsue, cuya entrada podría traducirse en una serie de permutas interesantes.

Sea como sea, se encuentra el Mallorca con la posibilidad de demostrar que sigue respirando con normalidad, de que puede volver a acampar sobre el suelo europeo. Lejos de Son Moix ha rubricado las funciones más notables de su hoja de servicios, se crece ante este tipo de encuentros y hoy, además, podrá rebelarse ante una enorme injusticia cuya marca aún se aprecia en las paredes del vestuario. Ganar para olvidar. No habría otra forma mejor de abrochar un año que sobresaldrá de manera muy especial en su accidentada biografía.