El entrenador del Sevilla, Gregorio Manzano, durante el partido. | Redacción Digital

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Al margen del duelo en el césped, la batalla de Nervión también se libró en los banquillos. Sobre todo en el local. Gregorio Manzano se había tomado el encuentro como algo personal. Se había pasado la semana alentando a su hinchada y blindando su espacio. No había dejado nada a la improvisación.... salvo las ganas y el poderío mostrado por el Real Mallorca, formado por un puñado de jugadores que él marginó durante su etapa en la Isla -Pereira, Pau Cendrós, Nsue...- y que ayer le dieron una lección.

Junto a sus inseparables Toni Servera, Gonzalo Hurtado de Guinea y Joan Mesquida, integrantes del Comando Mallorca, Goyo mostró su cara más ácida en las entrañas de Nervión al término de la entrega. Gregorio Manzano se mostró altivo, chulesco y disperso ante las preguntas formuladas por los periodistas mallorquines desplazados a tierras hispalenses. La tensión podía cortarse. Flotaba en el ambiente. A cada cuestión con tintes a su pasado bermellón, el técnico miraba hacia otro lado.

Preguntado sobre si se enfrentaba a su herencia en el Mallorca, apuntó: «Son algunas situaciones producto de que mi estancia en la Isla ha sido durante mucho tiempo. La mitad de los futbolistas que forman la actual plantilla han estado conmigo y me alegra que este grupo siga teniendo ese espíritu tan combativo. Toda la afición debe sentirse muy orgullosa de estos jugadores», indicó el actual preparador del Sevilla.

Cuando se le preguntó por las cuestiones que le relacionan directamente con el concurso de acreeores y alguna prima impugnada, se mostró esquivo: «¿Quién pregunta? Solo hablo del partido. ¿Quién pregunta...?», apostilló a pesar de haber convivido durante más de cinco años con todos los enviados especiales desplazados a Sevilla.
También fue cuestionado sobre si su salida de la entidad y la demanda interpuesta al ex propietario Mateu Alemany había perjudicado su imagen: «No sé si ha bajado mi apariencia o no. Lo que quiero es que al Sevilla le vaya tan bien como le fue al Mallorca que yo dirigí».

Manzano, que aparcó cualquier aspecto que no fuera sobre el encuentro, lamentó no haber aprovechado la oportunidad de dar el salto a la Liga de Campeones: «Era una ocasión enorme y hemos fallado. No se puede bajar la guardia independientemente de quién sea el rival. Si no te aplicas y haces las cosas bien, cualquiera puede ganar a cualquiera y esa lección nos puede servir para otro día».

«Nos faltó tener la cabeza fría, ya que nos lanzamos a por la victoria fruto del empate. Ellos lo aprovecharon y ya está», sentenció Gregorio Manzano Ballesteros, un técnico habitualmente con flor, que comienza a marchitarse...