Imagen de la zona donde los mallorquinistas se reunieron en la jornada de hermandad. | Nuria Rincón

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Toni Tacha coge en brazos a su nieta Carla, los dos llevan la camiseta de la Penya Arrabal. Josefina Pérez de la Penya Son Flor lamenta esos segundos que privaron al Mallorca de entrar en la Champions. Es una de las aficionadas veteranas y que habla desde la experiencia. Joan Forteza reparte besos y abrazos y cuenta cómo fue ese primer gol en Primera. La misa matinal está presidida por un ramo de 50 rosas rojas, en conmemoración del 50 aniversario del primer ascenso. Al mediodía la esplanada del monasterio de Lluc se viste de rojo. Es la Diada mallorquinista, la fiesta que reúne a parte de los seguidores más fieles a los colores del club balear. Sienten pasión por ellos, los viven, son parte de su piel, los padecen...los disfrutan. Son su vida, su motivo de alegría y de tristeza y ahora de incetidumbre. Ayer cerca de 400 mallorquinistas tomaron Lluc, con sus bromas, con su buen humor y con el orgullo de formar parte de un club casi centenario. El Mallorca son ellos, no son ni los Mingarro, ni los González ni ninguno de los que dice venir a comprar el club y no sabe nada de su pasado ni conoce apenas nada del presente. El Mallorca es la imagen de Tacha y su nieta en brazos, o la imagen de los más mayores emocionados por verse de nuevo en Europa, ellos son el Mallorca, el de verdad, el de toda la vida, el que puede con todo, aunque ahora, por qué no decirlo, viven en un sinvivir, anclados en la incertidumbre y pendientes de cada movimiento.
Lluc asistió ayer a un ejercicio de mallorquinismo en mayúsculas. La paella para 400 personas tuvo de todo y 'Paellas XXL' se lució. 40 kg de pollo; 14 kg de conejo; 20 de costilla de cerdo; 15 de gambas; 15 de sepia; 10 de tomate; 5 de judias y 70 kg. de arroz hicieron las delicias de los seguidores. Eso sí, hubo que esperar, tal vez demasiado. Hasta que la presidenta del Consell, Francina Armengol, que venía de presenciar el partido entre el Constància y el Ourense no llegó, no empezó la comida, menos mal que no hubo prórroga. Eso molestó a los seguidores que abuchearon a la presidenta. Los organizadores prefirieron esperar a empezar sin ella, pero ya se sabe que el arroz no espera y más si es para 400. Todos tomaron nota, los unos y los otros.
Fue el primer acto de Miquel Vaquer como presidente institucional, aunque también acudió a la comida el propietario Mateu Alemany. Lo hizo tarde, pasadas las tres y ante el requerimiento de los informadores volvió a manifestar que «las instituciones viven al margen del Mallorca, están en su derecho, desde hace años luchamos en desventaja respecto a otros clubes de Primera que sí tienen esos apoyos», comentó. Y es que la situación institucional no se olvida ni tan siquiera en una celebración como la de ayer y más si vuelve a sonar con fuerza el nombre de Llorenç Serra Ferrer. «Espero noticias suyas y conocer de primera mano la situación. Mi relación con él es normal», concluyó. Pero ayer los verdaderos protagonistas de la diada fueron los mallorquinistas, que cada vez que se organiza una celebración de este tipo dan la cara, se visten de rojo y aguardan pacientemente su turno para llenar su plato de paella. Lo que importa en jornadas como la de ayer es hablar del Mallorca y aumentar la pasión por el escudo que todos llevaban cosido en sus camisetas y sobre todo, pegado al corazón.