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«Fue una internada de Antonio Oviedo por la derecha, la típica jugada de extremo, centró al corazón del área y yo me anticipé a los defensas para meter el pie y marcar». Esta narración en primera persona es de Julián Mir Pons (Sa Pobla, 1941) autor del primer gol en Vallejo que encendió la luz del milagro. Aquel tanto allanó el camino del triunfo en el campo del Levante que desembocó en el ansiado ascenso a Primera División.
Mir se conserva en plena forma. A sus 69 años, su estado físico es envidiable y apenas necesita esfuerzos para rememorar aquel 17 de abril de 1960, cuando abrió la puerta de la historia del Real Mallorca siendo el benjamín del grupo. «Comenzamos el partido con muchos nervios por todo los que nos jugábamos y porque dependíamos también del resultado del Córdoba. No sólo de nosotros. Sin embargo, a medida que iban transcurriendo los minutos, el encuentro se tranquilizó. Sobre todo a raíz del primer gol, que tuve la fortuna de anotar».
Mir rememora el tanto: «Antonio Oviedo me vio venir desde el centro del campo, retrasó el balón y yo marqué. Rodríguez II anotó el segundo de inmediato y faltando un cuarto de hora para la conclusión del duelo, Joseíto, que fue jugador del Real Madrid, anotó el 1-2. Afortunadamente, supimos sufrir y logramos el ascenso por la derrota del Córdoba ante el San Fernando».
Ascenso meteórico
En apenas unos meses, el delantero pobler pasó del juvenil del Poblense a firmar el ascenso a Primera con el Mallorca. Todo ello a cambio de las 100.000 pesetas -una fortuna entonces- que le pagó el club bermellón al de Sa Pobla por su fichaje: «Llegué al equipo en noviembre de esa temporada. Era juvenil. Debuté ante el Condal marcando un gol. El otro lo marcó Juan Carlos Lorenzo, que era jugador-entrenador, que anotó el otro».
Mir también tiene palabras de elogio hacia el míster: «Lorenzo era una persona muy exigente, muy listo, que sabía manejar muy bien el tempo de los partidos. Como antes no había sustituciones, teníamos que cortar el juego como fuera. Simulando lesiones o de cualquier forma. Para eso, era un maestro. Nos cuidaba mucho. Estaba muy unido al equipo y nos trataba como si fuéramos sus hijos. Era una persona muy cercana a los jugadores».
Las comparaciones siempre son odiosas, aunque el fútbol de hace medio siglo era muy, muy diferente: «Sólo estaba el entrenador, el segundo, un utillero y el masajista. Nadie más. No había ni preparador físico. Con la ropa, tampoco había excesos: un equipaje y ni atreverse a coger una camiseta porque si no al domingo siguiente, igual no tenías. Las botas se fabricaban en Barcelona y no eran ni nuestra. Eran del club. Los viajes tampoco eran muy cómodos. Solíamos ir a Madrid en avión y después hacíamos noche casi siempre en tren, en el coche-cama». Desde el punto de vista económico, las cosas también han cambiado: «Cobré 50.000, 100.000 y 150.000 pesetas en cada una de las tres temporadas. El sueldo mensual era de 2.500 pesetas al mes. Las primas de Don Jaime eran muy generosas y a veces ganábamos más en este concepto que en ficha».
Mir subraya lo que supuso el ascenso para una comunidad huérfana de fútbol de élite: «Nosotros aprendíamos en la calle a jugar a fútbol porque la Primera División solo la veíamos en los resúmenes. No es como ahora. Aquel ascenso fue un espaldarazo importante para trasladar la imagen del Mallorca en una época en la que el turismo comenzaba. Este hecho transformó a la sociedad mallorquina, fue el cambio del Mallorca hacia un club grande», resalta el pobler, un futbolista que hizo historia.