Los jugadores del RCD Mallorca Julio Àlvarez, Borja Valero, Nunes y Aritz Aduriz celebran el primer gol de su equipo. | Montserrat T. Diez

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Mallorca 3

Spórting 0

Mallorca: Aouate; Josemi, Ramis, Nunes, Corrales; Julio Alvarez (Martí, min. 74), Mario Suárez, Borja Valero (Fernando Varela, min. 87), Castro; Víctor Casadesús (Webó, min. 81) y Aduriz.

Spórting: Juan Pablo, Sastre, Botía, Gregory, José Angel, Matabuena (Camacho, min. 80), Rivera, Luis Morán, Kike Mateo (Bilic, min. 67), De las Cuevas y Barral (Maldonado, min. 67).

Goles:
1-0, min. 12: Julio Alvarez.
2-0, min. 75: Víctor Casadesús.
3-0, min. 88: Webó.

Àrbitro: Delgado Ferreiro (colegio vasco). Amonestó a Gregori, Botía del Spórting; a Ramis, del Mallorca.

on el viento de cola y sin apenas despeinarse, el Mallorca ha alcanzado su máximo histórico. El conjunto bermellón vuelve a circular por el carril de aceleración de la Liga y es ya uno más entre la realeza del fútbol español. Los baleares, que han vuelto a bajar las persianas de Son Moix con esa autoridad de la que han presumido toda la temporada, pisotearon a un Sporting desconocido y a partir de ahora podrán dedicarse exclusivamente a renovar el pasaporte. De momento, el equipo isleño está otra vez a la altura del Sevilla y, por lo visto sobre el tapete, ni su ilusión ni su ambición conocen límites. Ahora, sí. Europa ha dejado de formar parte de la ficción (3-0).
El Mallorca colecciona victorias de todos los colores y puede que la de ayer sea una de las más plácidas de los últimos tiempos. Esperaba el equipo de Manzano a un Sporting pujante y deslenguado, pero se encontró con uno de los rivales más tiernos e inofensivos que han desfilado últimamente ante sus ojos. Y supo explotarlo. Los baleares no sólo estuvieron en todo momento varios cuerpos por encima de su invitado, sino que apenas corrieron riesgos en toda la tarde.
Antes de que empezasen a aflorar las diferencias entre uno y otro, el partido había amanecido entre una aparente igualdad. No obstante, todo era ficticio. El Mallorca, sin inquietarse y sin forzarse a vivir más allá de sus posibilidades, se apropió casi por inercia de la administración del juego. Además de amasar casi toda la posesión, trasladaba la acción a la parcela asturiana y aunque el Sporting aún ofrecía señales de vida por medio de Rivera y De las Cuevas, todo comenzaba a encarrilarse. En cualquier caso, nadie imaginaba que el encuentro empezaría a quebrarse tan pronto. Julio Àlvarez intentaba perforar la orilla derecha, pero al encontrarse con José Àngel decidió buscar un plan alternativo. Se fue escorando hacia el centro y al divisar la llegada de Aduriz decidió asistirle apoyado en su bota izquierda. El centro se fue envenando al estilo Dragutinovic y Juan Pablo, pese a su salto, se limitó a contemplar su trayectoria con la mirada. Un gol tan inesperado como definitivo (minuto 12).
Con la ventaja en el bolsillo, el Mallorca lo tenía todo bajo su manto. Kike Mateo estuvo a punto de aplazarlo todo de nuevo mientras la grada aún festejaba el tanto, pero al quedarse solo ante Aouate respondió con un tiro raso e inocuo que el israelí diluyó al instante. Fue la única aproximación con algo de veneno del Sporting, que se derrumbó como un castillo de naipes. Los locales, por su parte, se manejaban como un bloque pétreo y compacto en el que nadie sobresalía por encima del resto. Borja parecía más espeso que de costumbre y a Castro le costaba abrirse paso entre el sistema de seguridad sportingusita, pero daba igual. El Mallorca manejaba y modificaba el guión a su gusto y sólo el hecho de irse al descanso con un marcador tan apretado generaba algo de desconfianza.
Dominio absoluto
En ese sentido, la segunda mitad tampoco trajo nada nuevo. Los rojillos dieron un paso al frente a la caza del tanto que abrochara la cita y casi lo consigue a las primeras de cambio, después de que Borja conectase con Aduriz y el vasco lo hiciera con Víctor, que estampó la pelota contra el palo derecho (minuto 49).
Los bermellones, que se sentían como los únicos propietarios de la bola, tampoco variaron de plan y siguieron cocinando el partido a fuego lento. Aouate seguía sin inmutarse en su área y Castro volvía a rozar el gol con un disparo forzado que se iba a la derecha. Las distancias en ese punto de la jornada eran tan abismales que Preciado decidió rebañar sus opciones llenando el campo de pólvora, aunque tampoco consiguió nada. Al mismo tiempo, en el banquillo de al lado, Manzano prefería gestionar con paciencia sus armas y esperaba a la última fase del choque para apuntalar el centro del campo con Martí y echarle el lazo al resultado. Le salió la jugada perfecta, porque en ese mismo momento acabó todo. Matabuena se equivocó gravemente al intentar proyectar una contra y el Chori le arrebató el cuero para entregárselo a Víctor, que sólo tuvo que empujarlo. Después, y ya en plena fiesta, un Corrales descomunal le regaló a Webó el último gol de la tarde y recordó que este equipo tiene licencia para soñar.