El tenista español Rafael Nadal sostiene su trofeo tras su victoria sobre el checo Tomas Berdych en la final del torneo de tenis de Wimbledon. | Efe

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Rafael Nadal sumó otra estrella más a su raquetero, y ya van ocho. Es como uno de esos asesinos del Oeste que marcaban con una muesca la culata de su Colt cada vez que se cobraban una nueva víctima. Hasta ayer el tenista de Manacor llevaba siete estrellas en su funda (cinco por Roland Garros, una por Wimbledon y otra más por el Open de Australia). Con el triunfo ante Tomas Berdych, la solitaria y valiosísima estrella de Wimbledon de 2008 ya tiene compañera.

En el duelo celebrado en la pista central del All England Tennis Club no hubo muertos pero sí muchos tiros. Se temía el servicio y la derecha del jugador checo, pero nada pudo hacer ante el killer Nadal. Berdych disparaba con balas de fogueo y Nadal con munición de verdad.

El encuentro comenzó como los duelos en el Oeste; mirándose, estudiándose y esperando algún error del contrario para arrebatarle el servicio y dejar herido de muerte a su adversario. La primera oportunidad no tardó en llegar. Con 3-3 en el marcador, Nadal olfatea su primera gran oportunidad. Se coloca 0-30 casi sin esfuerzo. En ese momento se oye a Toni Nadal por primera vez. Su «¡Vamos Rafel!» espolea a su pupilo y logra tres puntos de break gracias a un passing modelo banana shot. Un gran resto con su revés cruzado rubrica la primera rotura del partido. Ahí comienza a disparar con su derecha y destroza a Berdych en el siguiente juego. Éste, herido, no logra mantener su servicio con 3-5 en contra y entrega la primera manga.

Fortaleza

El manacorí es un asesino frío e implacable pero humano al fin y al cabo. En el primer juego del segundo set concede hasta tres oportunidades de rotura y las soluciona de tres formas diferentes, demostrando su riqueza tenística y su fortaleza mental. La primera, tras un gran saque y una derecha definitiva. La segunda gracias a un gran segundo servicio y la tercera y última (no sólo de este juego sino del partido), presionando en la red a Berdych y obligándole a fallar.

El duelo cada vez tiene un dueño más claro. El tenista checo encuentra dificultades con el tiempo, hace bastante viento, y no encuentra la forma de romper el muro que tiene en frente. El aire hace que se levante la tierra de las zonas de la pista donde ya no queda hierba. Esto y el buen tiempo de las dos últimas semanas que ha secado y casi matado la hierba, hace que la pista parezca por momentos una de tierra. Demasiadas e insalvables ventajas.

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Golpe

Cada tenista mantiene su servicio hasta el 6-5. Nadal debe de pensar que el momento de dejar malherido a su rival ha llegado. Y ahí sí que no tiene piedad. Rompe el servicio de Berdych en blanco con una facilidad insultante y se embolsa la segunda manga.

Queda otro set, pero la final ya está acabada. Berdych lo intenta todo pero todo es inútil. Sabe que en cuanto quiera, Nadal le dará el tiro de gracia. Y se lo da, otra vez al resto con 5-4 a favor del manacorense. Sin embargo, el que cae no es Berdych. Es Nadal quien extiende sus 185 centímetros por la hierba con los brazos en alto y que después sorprenderá a todos con una voltereta.

Como en el lejano oeste, siempre habrá un pistolero más joven y rápido que un día le destrone. Pero ese día, hoy por hoy, parece lejano.

Tomas Berdych no pudo hacer callar al público como lo hizo con los espectadores del Masters 1000 de Madrid tras doblegar al balear años atrás. Tampoco hizo falta porque el respeto del público de La Catedral envuelve los partidos de la atmósfera que bien merece el torneo más antiguo y prestigioso del planeta tenis. El checo fue reducido y sus recursos quedaron minimizados en el mejor torneo de su carrera. Quizás creyó que había hecho lo más difícil al superar a Federer y borrar de la final a Djokovic, pero en su primera experiencia en la final de un grande acabó siendo engullido por la voracidad de un gran Nadal que se ha ganado el respeto de la exquisita afición británica.

Ahora el tenista mallorquín vuelve a ser el más buscado por todos los focos. En su bolsa ya hay un millón de libras y 2.000 puntos que le mantienen como el gran dominador de la clasificación ATP. En tierra y en hierba el número uno del mundo sigue evidenciando una superioridad al alcance de unos pocos elegidos en la historia del deporte de la raqueta. Con Roger Federer distanciado, la estancia en la cumbre se presume larga.