Video resumen del partido que enfrentó a Rafael Nadal y a Robin Soderling en la final de Roland Garros. | Youtube

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Un revés a la red de Soderling y los 15.166 espectadores de la Philippe Chatrier se pusieron en pie mientras Rafael Nadal caía al suelo y la ovación silenciaba el punto, juego, set, partido y torneo que decretó el juez árbitro Stefan Fransson. Se ausentó un año del trono, pero el mallorquín culminó ayer la reconquista de Roland Garros y del número uno del mundo en un nuevo ejercicio de superioridad. Nadal conquistó su quinta Copa de los Mosqueteros en seis años ajustando cuentas con su único verdugo en la arcilla de París, Robin Soderling, que sucumbió al recital de golpes y de despliegue físico del balear en dos horas y 18 minutos por 6-4, 6-2 y 6-4.

Nadal sacó a relucir su mejor versión y dejó sin opciones a Soderling. Intensidad, agresividad, confianza, sacrificio y la determinación idónea en los puntos importantes confluyeron en un repertorio que aplacó la pegada del sueco. Nadal, que dominó gran parte de los intercambios largos, salvó las ocho opciones de break que cedió y aprovechó cuatro de las doce que habilitó sobre el servicio de su rival.

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El partido amaneció haciéndole un guiño a Soderling, pero ni siquiera una atmósfera con humedad desviaría la atención del mallorquín de su plan: blindar su saque, insuflar agresividad a su derecha y mover a su rival empujándole más atrás de una posición cómoda sobre la línea de fondo. Y fue así prácticamente todo el partido.

Nadal logró el break en el sexto juego del primer set que le daría la renta suficiente para apuntarse la primera manga. El mallorquín sólo ha cedido uno de los 95 partidos que ha comenzado ganando en un Grand Slam y Roland Garros no iba a ser una excepción. En el segundo set salvó cuatro pelotas de break en el segundo juego en el momento más comprometido del choque y logró el break en el quinto y el séptimo juego para poner una distancia en el marcador que permitía intuir el desenlace. Un revés cruzado fuera de la raqueta de Tirbo y Nadal se apuntaba el segundo set (6-2).

Si las cosas ya parecían difíciles para Soderling se pusieron casi imposibles cuando veía como su rival conseguía un break de salida en el tercer set. Nadal lo consolidó tras salvar la única opción de ruptura que concedería en el último parcial (2-0) y sacó a relucir su aplomo para mantenerse fiel al guión planeado hasta el final feliz: él revolcándose en la tierra parisina.