Enric Mas peleará por el podio.

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Con optimismo, pero sin esconder la prudencia que requiere el desafío que se le avecina, Enric Mas fue sincero hasta el extraño al definir como «un desastre» la semana que se cerró este domingo en Cascasona, la segunda de un Tour de Francia que entra en su fase decisiva, con los Pirineos y la crono final en el horizonte del ciclista de Artà, mejor español en la general, décimo a 9:58 del danés Vingegaard (Jumbo Visma) y a 7:15 de las plazas de podio que marca Gerain Thomas (INEOS-Grenadiers).

La jornada de descanso en la ronda gala permite a Mas cargar pilas y analizar lo que se avecina. Sin renunciar todavía a la meta del cajón en París. «El podio está lejos, pero vamos a confiar. Y si vamos a buscarlo, buscaremos también la etapa», aseguraba ambicioso el balear, de 27 años y única esperanza nacional para pelear con los mejores a seis días del cierre de la edición de 2022, en la que tiene muy encarrilado el Top 10, pero quiere más.

«Yo confío que de los de delante, bastantes van a caer. Por la dureza y el calor», advertía el mallorquín, que se aferra a las altas temperaturas como carta a su favor en los finales de Peyragudes y Hautacam. «Eso va a ser un horno y me encanta», afirma ilusionado Enric, que anticipa un nuevo escenario tras las bajas sufridas por el Jumbo Visma, el equipo del líder Vingegaard (Kruijswijk y Roglic). «Ahora los equipos fuertes están con los mismos corredores -en referencia a Jumbo y UAE- y tendrán que jugar... Y la forma de hacerlo de Pogacar es arrancando. Será un espectáculo para vosotros (la prensa), pero para nosotros (los ciclistas) un sufrimiento», aseguró con una amplia sonrisa desde el hotel de concentración del Movistar, cuyos corredores se sometieron a un control antidopaje sanguíneo de la UCI a primera hora de este lunes.

El argumento que inspira a Enric Mas a seguir peleando por el podio es «el trabajo que hay detrás; del equipo y el mío en casa. Esa razón es la que pesa más en mí para luchar por ese objetivo, sí o sí», confesaba el de Artà, que no escondía su malestar tras perder ocho minutos en la etapa con final el Granon. «Fue una putada grande para todos. Después, he recuperado sensaciones, pero el día de Granon fue clave», proseguía Mas, que tildó de «desastre» la segunda semana y, aunque está a más de siete minutos del tercer puesto, confía «en que pasen cosas y podamos escalar posiciones. Pero por ahora, no es lo que esperábamos», admitía. «Siento rabia, pero también entiendo que es un gran aprendizaje de cara al futuro. Fue un muy mal momento...», reiteraba.

Y, además de apurar sus esperanzas de estar entre los tres mejores, no escondió la ambición de ir a por una etapa, siendo ahora mismo meterse en el Top 5 la prioridad. Y avisa de los peligros de unos Pirineos «en los que, si el pelotón quiere, puede ser un caos. Ahora quiero recuperar físico y sensaciones, y después veremos qué puede pasar», explicaba, sin dejar de lado que él puede ser uno de los beneficiados de la pelea por la general entre Vingegaard y Pogacar, sin dejar de lado al INEOS de Thomas y Adam Yates. En especial al primero, «porque también querrá intentarlo. Geraint (Thomas) puede conformarse con el podio, pero puede querer algo más y no está lejos...», recordaba Enric.

Preguntado sobre el favorito para la general, toda vez que todos señalan a Vingegaard y Pogacar, Mas habla de ellos como «dos cracks», y recuerda que apenas son «dos minutos y medio de diferencia», advirtiendo que será «un duelo bonito del que podemos salir beneficiados y sacar partido». Sobre las críticas que recibe por su actitud en carrera, especialmente en las redes sociales, Enric Mas confesó que «no las miro» y que es un amigo suyo quien se las gestiona. A la vez, comentó que «a veces me pasan alguna captura y nos reímos un poco», dejando muy claro que «el primero que se pone presión soy yo mismo. Yo soy exigente con la gente que está conmigo, pero también soy el primero en pedirme lo máximo. Puede ser un lastre, pero para conseguir grandes objetivos, debo ser así, exigiéndome mucho a mí mismo», concluyó el jefe de filas del Movistar, que encara los seis días que pueden cambiar su vida y la historia en el Tour.