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Llegar a Eton Dorney desde Londres no era un paseo, precisamente. Tan lejos estaban de la 'zona cero' de los Juegos de Londres, que deportistas y técnicos vivían en una especie de 'villa' ubicada cerca de la pista en la que el piragüismo balear soñó durante poco más de cuarenta segundos con su primera medalla olímpica. No ha sido casi un minuto, sino diez años los que ha tardado en hacerse justicia, en darle a Sete Benavides el podio y el bronce olímpico que aquella mañana del 11 de agosto de 2012 se escapó. O le robaron.

Entre la cascada de positivos que salieron a la luz años después de aquellos Juegos, el del lituano Shuklin convirtió en realidad lo que se comentaba en tono de broma. Esa cuarta plaza de Sete Benavides en la final de C1 200 metros le colocaba en la 'pole' en caso de que 'pitara' alguien de aquel podio. Y lo hizo el segundo clasificado. Desde aquellos primeros días de junio de 2019, cuando Última Hora destapaba aquel positivo, el turinabol y el reanálisis de la muestra del báltico fueron los argumentos a los que aferrarse para que una medalla volara rumbo a Pollença.

A punto de agotarse 2021, con una pandemia por medio, llegó la confirmación definitiva, meses después de que el COI ordenara a la Federación Internacional de Piragüismo (ICF), presidida por entonces por el español José Perurena -uno de los que más empujó para acelerar el proceso-, la reasignación del medallero y la oficialización de una nueva clasificación de la final olímpica de C1 200 metros de los Juegos de Londres 2012. No había margen de dudas. Sete ya era bronce a todas luces. Sólo faltaba colgarle una medalla que estaba en manos de un buen amigo suyo, el ruso Ivan Sthyl, quien ahora pasaba a ser plata. El ucraniano Cheban, oro en Eton Dorney, era el único que no se movía. Y, aunque surgió la posibilidad de que Sthyl también estuviera bajo investigación, el caso se cerró dando forma a ese nuevo podio: Cheban, Sthyl y Benavides. Con 's' final, pues todavía se recuerda aquella canoa con un 'Benavidez' rotulado a los costados. Una anécdota más dentro del largo proceso que ha llevado a la primera -cronológicamente- medalla olímpica del piragüismo balear. Más tarde, llegaría Marcus Walz para bañar en oro y plata a Mallorca.

No era agosto, ni estábamos en Londres. Tras meses en la 'nevera', la medalla de bronce de Sete voló hacia Madrid vía Lausana. Era junio y el escenario para la ocasión fue el Auditorio Goyeneche, la casa del Olimpismo español. Alejandro Blanco, presidente del COE, acompañado por el vicepresidente de la ICF, Lluís Rabaneda, y el presidente de la Federación Española, Javier Hernanz, ejercieron de maestros de ceremonias. Blanco impuso la medalla y el pin a Sete, que recibió el aplauso de un público emocionado, sabedor del peso sentimental de ese momento.

Muchos de ellos estaban aquel 11 de agosto de 2012 en Eton Dorney. Sus padres (Alfonso y Victoria), su hermano Gonzalo, su inseparable Kiko Martín, un entrenador que ya puede presumir de una medalla olímpica en su palmarés... Incluso David Cal, quien enseguida se acercó a animar a Sete aquel día en que la cuarta plaza cayó como un jarro de agua fría. Otra leyenda, Saúl Craviotto, también quiso acompañar a su amigo en un día único. Como su club, parte indispensable del éxito: Pere Antoni Nadal y Pere Antoni Borràs representaron al Náutico del Port de Pollença, de la misma manera que el alcalde de la localidad del Nord, Tomeu Cifre, acompañado por Andrés Nevado, o la Federación Balear de Piragüismo, de la mano de Juan Carlos Fuentes y Xavi Marroig. No hubo representación del Govern en un día para la historia...

A Sete Benavides le ha tocado esperar casi una década. Un tiempo en el que, un tramposo, le privó de la gloria, del impacto de una medalla olímpica, de unos premios y becas a reponer y de muchas otras cosas que, ahora, el palista podrá disfrutar. Y presumir de formar parte de la generación de oro del deporte mallorquín. Porque su nombre, en la gloria olímpica, ya acompaña a los de Rafael Nadal, Jordi Calafat, Joan Llaneras, Rudy Fernández, Brigit Yagüe, su gran amiga Marga Crespí y los poseedores de las veintisiete medallas olímpicas con acento balear. Honores para Sete. Porque más vale tarde, que nunca.