José Linares. | Pilar Pellicer

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Con siete años se hizo a la mar en Sa Ràpita, pero en aquel momento jamás pensó que iba a acabar logrando toda una gesta dentro de la vela oceánica balear. Porque José Linares (Palma, 1977) jamás olvidará su 44 cumpleaños, un 15 de noviembre de 2021 en el que, tras muchos años persiguiendo un sueño, lo hizo realidad arribando a Sant François (Guadalupe): había cruzado el Atlántico en solitario a bordo del ‘Vamos, Vamos’, la embarcación de 6’5 metros que le compró en su día a Nacho Postigo y con la que cumplió el reto que se planteó de la mano de otro héroe de la Mini Transat, Hugo Ramón.

«Es una experiencia que todos hemos de vivir una vez en la vida. Lo tenía claro y creo que todos, cada uno en su ámbito, debe buscar esa libertad por un tiempo», explica Linares, ya llegado a Mallorca tras emplear 29 días, 4 horas, 5 minutos y 58 segundos en unir Les Sables d’Olonne (Francia) y Sant François (Guadalupe), con una escala en La Palma, donde quedó «impresionado» por los efectos del volcán, aunque en puerto, «en Santa Cruz, en la otra parte de la Isla, no se notaba nada. Pero fuimos a ver el volcán e impresionaba... Tuve que viajar por motivos técnicos y al volver me encontré el barco lleno de ceniza, eso sí», relata el regatista del Club Nàutic de Sa Ràpita, en cuyas manos cayó con 16 años el dossier de la Mini Transat. Ahí empezó todo...

«No quería arrepentirme de no haberlo intentado al menos. Conseguí el barco, ahorré, logré algunos apoyos -entre ellos el del Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Mallorca- y me organicé. Pensaba que era imposible, pero lo logramos», comenta Linares, arquitecto técnico y apasionado del mar y la vela, especialmente la oceánica.

Competir junto a profesionales de la vela «ha sido una locura. Son gente que se ha dedicado al 100%, con más medios, patrocinadores, experiencia.... Cada uno tiene su aventura y su historia. Y la mía era participar, vivir la experiencia», confiesa el regatista, que acabó la Mini Transat EuroChef 2021 en el puesto 32 de la general de barcos de serie.

Una travesía de tanto recorrido tiene su intrahistoria. Y en el caso del ‘Vamos Vamos’ de Linares, los problemas han aparecido en diferentes frentes. «Es una carrera de obstáculos», dice al respecto. Y recuerda que en la primera etapa (Les Sables-La Palma) «rompí bastantes cosas y tuve muchas reparaciones... Me vine a Palma y con un tornero solventamos algunos; en La Palma, teníamos una pala de timón rota y moví cielo y tierra para conseguirla, la adaptamos al final... Fue una etapa complicada por problemas técnicos, pero además, en la segunda noche tuvimos un frente frío con 56 nudos que me provocó roturas». Tuvieron que parar en A Coruña por un segundo frente y, salidos de La Palma, la cosa fue mejor «aprovechando la experiencia de la primera etapa. El único incidente fueron chubascos de viento y algún que otro susto. Por ejemplo, llegué sin el balcón de popa». Pero todo eso valió la pena, pues llegó a Guadalupe el día de su 44 cumpleaños, «y allí me esperaban con una tarta, mi pareja, la gente de la organización, compañeros... Algo inolvidable», rememora. Aunque luego allí, la tensión social en la isla caribeña hizo que apenas pudieran salir a la calle, más allá de la Marina. «Aquello era un polvorín, el Ejército estaba en la calle. Solo teníamos ganas de irnos, cogimos un apartamento pensando en poder ir andando al aeropuerto y tuvimos suerte de poder coger el vuelo, hubo gente que perdió sus aviones», relata, a la vez que cruza los dedos para poder traer de nuevo a Mallorca al ‘Vamos Vamos’, «aunque está en manos de la organización y son gente seria».

No sabe si volverá ni qué retos le deparará el futuro, pero José Linares ya forma parte de la historia mallorquina de la Mini Transat, una regata «que me ha cambiado la vida. Navegar solo es una experiencia única. El que tenga ese sueño, que tire para adelante, vale la pena. La exigencia luego se la pone cada uno», dice emocionado el regatista del CN Sa Ràpita, quien a sí mismo se sorprendió «por lo tranquilo que puedes estar a mil millas de la costa. En la Mini no tienes sensación de soledad, al contrario, lo disfrutas». Ahí radica la experiencia vital de José Linares, otro mallorquín más para la leyenda de la vela oceánica balear.