Marcus Cooper Walz ya piensa en París 2024. | M. À. Cañellas

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Pocos deportistas en Baleares, pero también en España, pueden presumir de la hoja de servicios que adorna el currículo del único isleño que ha logrado ser campeón olímpico, mundial y europeo. Marcus Cooper Walz cierra un 2021 en el que ha logrado sellar el grueso de sus objetivos, además de obtener un cierre perfecto, coronándose de nuevo campeón mundial de K2 500 metros -junto a Rodrigo Germade- una distancia que se estrenará en los próximos Juegos como olímpica y que puede servirle de complemento a ese K4 que sigue motivándole y al que ayudó a firmar la histórica plata en Tokio, metal que culmina un largo y duro ciclo tras aquel oro de Río 2016 (K1 1000 metros) que le lanzó al estrellato y confirmó las expectativas generadas en torno al palista del Real Club Náutico de Portopetro, al que el año que se agota también brindó un oro en la Copa del Mundo de K4 500 previa a los que fueron sus segundos Juegos, en los que completó su pleno del podios en otras tantas participaciones. Algo que ningún deportista balear ha logrado hasta el momento, y que con un oro y una plata le coloca a un metal de los tres de Rudy Fernández, aunque todavía lejos de los cuatro de Joan Llaneras.

La infalibilidad de Marcus Walz se refleja en un dato contundente: desde 2014, siempre ha logrado subir al podio en Mundiales, Europeos o Juegos Olímpicos, acumulando una docena de preseas en esos grandes, eventos absolutos, a los que cabe unir las medallas en Copas del Mundo y sus títulos y metales en su etapa júnior y Sub 23. «Desde entonces, siempre he vuelto con algo, es increíble la verdad...», refiere Marcus, primer campeón mundial de piragüismo balear y, junto a Sete Benavides, poseedor del mejor historial en esta especialidad.

Diez años

Una década lleva en lo más alto Marcus, que con el K4 1000 júnior estrenaba su colección de títulos mundiales en 2011, dándole continuidad en 2014 en esa misma distancia y prueba, en el año que en el que consiguió su primer gran éxito sénior, con el bronce en el Mundial de Moscú, en K1 500 metros.

Ahí destapó el corcho Walz, que en 2015 firmaba la plata en K2 500 en el Mundial de Milán, antesala de su eclosión definitiva: Río 2016. Llegó en silencio y regresó con el oro olímpico al cuello. «Esa es la que me viene enseguida a la cabeza... Aquella tarde en el clasificatorio, con la reasignación... Y me cambió la vida, es así, socialmente y en mi manera de pensar y confiar en mí mismo. Ver que los resultados salen», comenta Walz, quien destaca de aquella preparación para su debut en unos Juegos que buscaba «la perfección, las 24 horas del día. Así me di cuenta de que el resultado es equivalente al esfuerzo».

K4 500

La presión no le pudo y ratificó su evolución en un 2017 brillante, en el que se coronó campeón mundial de K2 500 -de nuevo con Germade- y Europeo de K4 1000, además de hacer suya la plata en K4 500 en el Campeonato de Europa.

 El gran reto olímpico rumbo a Tokio era el potente K4 500 metros español, liderado por Saúl Craviotto y dirigido por Miguel García desde Trasona (Asturias), y que buscaba destronar a Alemania, convirtiéndose en su pesadilla durante el camino hacia los Juegos, que dejó los títulos europeos de K4 500 de 2017 y 2018 y los subcampeonatos mundiales de 2017, 2018 y 2019, junto al segundo puesto europeo de K2 500, culminados con esa plata olímpica de Tokio que «era el objetivo claro, hacer la mejor regata. Y lo logramos. Sabíamos a lo que podíamos aspirar y salimos a ganar. Pero esa plata la valoramos», asegura, con 27 años y el punto de mira ya en 2024 y en la opción de poder doblar en K4 y K2 500 metros.

El apunte
Fernando Fernández

¿Abanderado en 2024?

Fernando Fernández

Únicamente su compañero y amigo Saúl Craviotto estuvo por delante suyo en el proceso de selección del abanderado español para la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Tokio. El ya deportista con más medallas olímpicas, junto al también palista David Cal, tenía todos los números para encabezar con la nadadora Mireia Belmonte el desfile del equipo olímpico español en la capital nipona.

Pero, para sorpresa, el nombre de Marcus Cooper Walz apareció en la selección previa. Y con motivos, pues su oro en Río 2016 le situaba como uno de los españoles con mejor palmarés olímpico, requisito clave para la elección del abanderado. Aunque los dos oros, una plata y un bronce que exhibía Craviotto hacían imposible esa opción de ver al palista balear portando la bandera en el Estadio Olímpico de Tokio.

Ocasión

Pero el destino le puede reservar una segunda oportunidad y ese honor a Marcus Walz, si logra clasificarse para los Juegos Olímpicos de París 2024. Si Rafael Nadal fue el abanderado en Río 2016 -y Joan Llaneras en la clausura de Pekín 2008-, Walz puede serlo en la capital francesa, donde la opción de verle al frente del equipo español en la ceremonia de apertura, el lejano 26 de julio de 2024, tiene sólida base.
Al menos, es el mejor posicionado como deportista masculino, tras estrenar el COE en Tokio el formato de doble abanderado con un hombre (Saúl Craviotto) y una mujer (Mireia Belmonte) compartiendo honores. «No me lo planteé hasta antes de Tokio», confiesa Marcus, sorprendido al ver su nombre en las votaciones, aunque la lógica le hacía tener unas opciones que se disparan de cara a París. «Echando un vistazo, ahora mismo sería el siguiente hombre con mejor palmarés olímpico... Parece que hay opciones», refiere con la prudencia que le define, pero a la vez «ilusionado» ante esa posibilidad. «Aunque queda mucho camino por delante. Apenas hemos iniciado el ciclo y habrá que clasificarse», admite Walz.